miércoles, 16 de julio de 2025

📢 ¿Fascistas por pensar diferente? La perversión del lenguaje político en manos de la izquierda

En los últimos años hemos visto cómo el debate político se ha empobrecido a niveles preocupantes. Uno de los síntomas más evidentes de este deterioro es el uso indiscriminado del término fascista, sobre todo por parte de sectores de la izquierda, para etiquetar a cualquier persona, movimiento o discurso que se atreva a discrepar de su narrativa oficial. Desde ciudadanos que critican políticas de inmigración hasta quienes defienden valores tradicionales o cuestionan la ideología de género: todos son convenientemente tildados de ultraderechistas, fachas o fascistas. ¿Qué hay realmente detrás de este uso?


🔍 ¿Qué es el fascismo realmente?

El fascismo es una ideología autoritaria y nacionalista que surgió en Europa a principios del siglo XX, con figuras como Benito Mussolini en Italia y, en su versión más extrema, el nacionalsocialista Adolf Hitler en Alemania. A pesar de sus matices nacionales, el fascismo se caracteriza por:

  1. La exaltación del Estado por encima del individuo.
  2. La eliminación de libertades políticas y civiles.
  3. El uso sistemático de la propaganda y la censura.
  4. El culto al líder carismático.
  5. El uso de la violencia como herramienta política.

Es importante aclarar que el fascismo, aunque históricamente vinculado a la derecha por su nacionalismo, incorporaba elementos intervencionistas en lo económico y un rechazo tanto al liberalismo como al marxismo, lo cual lo ubica en una posición ideológicamente híbrida, incluso con rasgos colectivistas que hoy identificaríamos con sectores de la izquierda autoritaria.

🎭 “Fascista” como insulto: el nuevo comodín de la izquierda

Hoy en día, el término fascista ha dejado de usarse como un concepto político riguroso y se ha convertido en un simple insulto para silenciar. ¿No estás de acuerdo con la inmigración ilegal? ¿Te preocupa la inseguridad? ¿Defiendes la libertad educativa o la propiedad privada? Entonces, según ciertos sectores, eres automáticamente un fascista. Este abuso semántico tiene un objetivo claro: deslegitimar cualquier oposición sin necesidad de argumentar nada.

🇪🇸 El caso Torre Vaqueros: ¿ultraderecha genuina o infiltración interesada?

En manifestaciones sociales recientes en España, como las de Torre Vaqueros, se ha denunciado la presencia de grupos ultras y símbolos que nada tienen que ver con la ciudadanía que protesta. A menudo, estos elementos son usados para justificar la criminalización de todo el movimiento bajo la etiqueta de ultraderecha. Sin embargo, surgen preguntas legítimas:

  1. ¿Quién infiltra a estos grupos?
  2. ¿Por qué aparecen pancartas o símbolos de otras nacionalidades?
  3. ¿A quién beneficia que una protesta legítima acabe asociada con el extremismo?

No son pocos los que sospechan que estas infiltraciones no son espontáneas. ¿Estamos ante provocaciones coordinadas para dar munición mediática a la izquierda y desacreditar el descontento social? No hay pruebas definitivas, pero el patrón se repite sospechosamente.

🔄 La izquierda necesita al “fascista”

Paradójicamente, a la izquierda contemporánea le conviene mantener vivo el fantasma del fascismo. Al construir una amenaza exagerada de ultraderecha, puede:

  1. Movilizar a su electorado apelando al miedo.
  2. Justificar censuras, limitaciones de expresión y medidas autoritarias.
  3. Desviar la atención de sus propios fracasos de gestión.

El resultado es un clima político enrarecido, donde los ciudadanos no pueden expresar opiniones legítimas sin ser estigmatizados. Y en ese clima, el debate desaparece, sustituido por una guerra de etiquetas.

🧠 Conclusión: más pensamiento crítico, menos clichés

No se trata de negar que existen verdaderos movimientos extremistas, ni de justificar actitudes intolerantes. Pero reducir toda disidencia a “fascismo” es profundamente irresponsable y dañino para la democracia. El fascismo fue un fenómeno histórico trágico, no un insulto de uso cotidiano.

Cuando las etiquetas sustituyen al razonamiento, la política deja de ser un espacio de diálogo y se convierte en un campo de trincheras. Y en ese terreno, los únicos que ganan son quienes viven del enfrentamiento.

domingo, 13 de julio de 2025

Sanidad pública española: profesionales excelentes, contratos indignos

🏥 España presume de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Y, en términos de formación, es cierto: médicos, enfermeros, técnicos y personal de atención primaria están entre los mejor preparados de Europa. Pero la realidad laboral de estos profesionales es otra cosa. Es precaria. Es desmotivadora. Es inaceptable.

📉 Formarse para emigrar

Según datos del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, en 2023 más de 4.000 médicos solicitaron el certificado de idoneidad para trabajar en el extranjero, lo que supone un aumento del 20% respecto a 2022. Desde 2010, más de 33.000 profesionales sanitarios han pedido estos certificados para irse a trabajar fuera de España. ¿Por qué?

Porque fuera les ofrecen lo que aquí no: estabilidad, mejores sueldos y respeto profesional. Un médico residente que termina su formación puede ganar entre 2.500€ y 4.000€ al mes en Alemania, Reino Unido o Francia. En España, muchos empiezan encadenando contratos de días o semanas por 1.300€ netos mensuales.

🤦‍♂️ ¿Y qué aprendimos tras la pandemia?

Durante el COVID-19, los aplausos en los balcones y las promesas institucionales llenaron titulares. Se habló de “reforzar la sanidad”, de “blindar lo público”, de “dignificar a los profesionales”. Hoy, en 2025, todo eso quedó en nada.

Los contratos por semanas o días siguen siendo la norma. En algunos hospitales y centros de salud, los contratos de sustitución se firman el viernes por la tarde para no pagar todo el fin de semana, o se espera a última hora para justificar que “no hay sustitutos”.

🔒 Cierre de camas y abandono planificado

Cada verano, cientos de camas hospitalarias se cierran por falta de personal, no porque falten enfermeros o médicos dispuestos a trabajar, sino porque no se les contrata a tiempo o se ofrecen condiciones indignas. En algunas comunidades como Madrid, Andalucía o Valencia, se ha llegado a cerrar hasta el 20% de las camas en hospitales públicos durante periodos vacacionales.

Este deterioro no es casualidad: responde a una política de externalización, infradotación presupuestaria y gestión ineficiente, que crea un entorno donde lo privado florece a costa del hundimiento de lo público.

🚨 Deterioro asistencial: el síntoma final

  1. Citas en atención primaria a 12 o 15 días vista.
  2. Urgencias colapsadas por falta de refuerzo de plantilla.
  3. Pacientes crónicos sin seguimiento regular.
  4. Profesionales agotados, rotando por varios centros, sin tiempo ni condiciones para cuidar bien.

Lo peor es que todo esto empuja a la ciudadanía a soluciones de pago: seguros privados, clínicas concertadas, renuncia silenciosa al sistema público.


🧑‍⚕️ Sin condiciones dignas, no hay sanidad digna

No hay sanidad sin profesionales. Y no hay profesionales sin contratos estables, salarios justos y respeto laboral. La situación actual no es culpa de los médicos ni enfermeros que se van: es culpa de un sistema político que no ha estado a la altura. Ni antes, ni durante, ni después de la pandemia.

Aplaudir no basta. Hay que pagarles dignamente. Hay que darles estabilidad. Y sobre todo, hay que dejar de mentir diciendo que “no hay médicos”. Sí los hay. Solo que no están dispuestos a seguir siendo maltratados.

viernes, 11 de julio de 2025

✈️ Barajas: El aeropuerto que se convirtió en refugio invisible

En pleno corazón de Europa, a escasos kilómetros del Congreso de los Diputados y los centros de poder económico de España, el aeropuerto de Madrid-Barajas se ha convertido en el hogar forzado de decenas de personas sin techo. No hablamos de pasajeros varados por retrasos ni mochileros low-cost, sino de seres humanos que han hecho de las terminales su única opción de vida. ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Y por qué nadie está hablando de esto con la seriedad que merece?

🧊 El síntoma de un sistema frío

Barajas es ahora un refugio silencioso, con bancos como camas, baños públicos como duchas y cafeterías como únicas fuentes de calor. La mayoría de estas personas sin hogar no están allí por elección, sino por expulsión: de los precios del alquiler, de las listas de espera de servicios sociales, de los albergues saturados, y, en muchos casos, del propio país que les prometió una vida digna. Muchos son migrantes en situación irregular o solicitantes de asilo desbordados por la lentitud del sistema.

🤝 ¿Quién está detrás (o más bien, quién no está)?

Este fenómeno no es nuevo, pero ha crecido de forma alarmante desde 2022. Las ONGs como Cáritas, Médicos del Mundo o Fundación RAIS han alertado de la situación, pero la Administración se pasa la pelota entre el Gobierno central, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. Nadie asume plenamente la competencia. Ni AENA, la empresa pública gestora del aeropuerto, ni Interior, ni Servicios Sociales, ni Inmigración.

Todo el mundo mira, pero nadie actúa.

💼 ¿Quién “gestiona” a los sin techo en Barajas?

La realidad es aún más cruda: nadie los gestiona formalmente. Algunos sobreviven gracias a la solidaridad espontánea de trabajadores del aeropuerto, taxistas o personal de limpieza que llevan bocadillos o mantas. En paralelo, se ha empezado a hablar de mafias que los “ordenan” dentro de las terminales, reparten espacios y hasta piden “peajes” para no ser desplazados por la policía o por otros grupos. Un submundo sin ley, donde la miseria es moneda y la dignidad, un lujo.

📰 El tratamiento mediático: superficial y estigmatizante

Cuando los medios hablan de ellos, lo hacen desde la anécdota: “Un centenar de sin hogar duerme en Barajas”, sin profundizar en el fracaso sistémico que hay detrás. Sin investigar cómo el aeropuerto más importante del país se ha convertido en símbolo de exclusión urbana. En vez de preguntar por qué están allí, se plantea cómo “sacarlos” para no incomodar la imagen turística.

Barajas no es su hogar. Es lo único que les queda.

El aeropuerto es un símbolo de progreso, movilidad y modernidad. Ver a personas sin hogar vivir allí debería avergonzar a un país que presume de crecimiento económico y récord de turistas. Y debería encender todas las alarmas políticas.

No podemos permitir que los no deseados sean simplemente “reubicados” fuera del campo de visión. Si hay personas viviendo en Barajas, no es por elección. Es porque la ciudad les ha dado la espalda, y el Estado ha mirado hacia otro lado.

Los que mandan sin salir en la foto: así funciona la política de las sombras en España

Cuando hablamos de poder político, pensamos en los rostros conocidos: presidentes, ministros, portavoces, diputados. Sin embargo, en los pasillos, despachos cerrados y chats cifrados se mueve otro tipo de poder, más silencioso pero no menos influyente: el de los asesores, cargos de confianza y jefes de gabinete. Personas que no han sido elegidas por nadie, pero que muchas veces deciden más que aquellos que sí pasaron por las urnas.

¿Quiénes son los que realmente influyen?

Los asesores políticos son una figura necesaria en cualquier gobierno. Pero en España, su proliferación ha convertido lo que debía ser un apoyo técnico en una estructura paralela de poder. Algunos se reparten entre ministerios, partidos, grupos parlamentarios y hasta empresas públicas. Su número exacto es difícil de rastrear: el propio Congreso ha evitado ofrecer cifras desglosadas más de una vez.

Los más influyentes escriben los discursos, deciden qué preguntas se responden y cuáles no, controlan las ruedas de prensa, negocian en nombre de sus jefes, elaboran borradores de leyes e incluso intervienen en estrategias judiciales. Y todo esto sin control democrático, sin comparecencias, sin responsabilidad directa.

Un sueldo blindado y opaco

Muchos de estos asesores ganan sueldos que superan los 80.000€ o 90.000€ al año, con escasa fiscalización. Están fuera del Estatuto del Empleado Público. Su nombramiento y cese depende exclusivamente del político al que sirven, lo que refuerza la lealtad personal por encima de la competencia o la ética.

En algunos casos, se colocan asesores que han sido rechazados por las urnas, imputados o vinculados a escándalos, bajo el cómodo paraguas del “cargo de confianza”.

El problema de fondo: las puertas giratorias del asesorado

Otro fenómeno preocupante es el reciclaje: un asesor puede ser hoy jefe de gabinete de un ministro, mañana pasar a una consultora privada y volver en un par de años con otro partido. Así, se pierde cualquier noción de neutralidad y se refuerza una red clientelar y endogámica donde los de siempre acaban mandando, pase lo que pase en las elecciones.

¿Y los medios? Bien, gracias

Pocas veces se habla de ellos en prensa. No porque no existan, sino porque muchos colaboran directamente con periodistas, filtran información o incluso negocian titulares. Algunos medios acaban contratando ex asesores como “analistas políticos”, cerrando así el círculo del poder invisible.

¿Y ahora qué?

Revisar, auditar y limitar el poder de los asesores no es una cuestión técnica. Es una cuestión democrática. La transparencia no puede aplicarse solo a los cargos públicos visibles. Porque los que mandan sin dar la cara también gobiernan, también condicionan, también hacen país. Y lo hacen sin rendir cuentas.

miércoles, 9 de julio de 2025

Cuando la Corrupción Sostiene al Poder: Un Parlamento Sin Vergüenza

En tiempos donde la política debería ser el pilar de la democracia, nos enfrentamos a un escenario vergonzoso: un parlamento corrompido, donde la ética es papel mojado y la honestidad ha sido sustituida por la supervivencia política.

Gobernar con varios imputados por corrupción ya debería ser motivo suficiente para cuestionar la legitimidad moral de cualquier ejecutivo. Pero no. Aquí, los nombres que aparecen en investigaciones judiciales no generan dimisiones, sino blindajes. La justicia avanza con lentitud, mientras los corruptos avanzan con pragmatismo. Y lo más alarmante es que este gobierno, lejos de caer por el peso de sus propios escándalos, se mantiene firme gracias a una red de intereses creados: pactos de conveniencia, intercambios de favores y silencios comprados.

Los escaños ya no representan a la ciudadanía. Representan cuotas de poder. Cada voto a favor del gobierno no es un respaldo a un proyecto político, sino un salvavidas que los diputados se lanzan entre ellos para no hundirse juntos. Los discursos se llenan de palabras como “estabilidad” o “responsabilidad institucional”, cuando en realidad quieren decir “miedo” y “complicidad”.

Lo más triste no es solo que esto ocurra. Lo más triste es que muchos lo justifican. Que gran parte de la población ha normalizado que la corrupción sea parte del juego, como si fuera inevitable. Y no lo es. No debería serlo. Hay alternativas. Hay políticos dignos, aunque parezcan cada vez más arrinconados por un sistema que premia al que calla, al que se pliega, al que cobra favores en vez de pagar con coherencia.

¿Dónde quedó la vergüenza? ¿Dónde están los principios? ¿Cómo llegamos al punto en el que la única prioridad del parlamento es salvarse a sí mismo?

Quizás sea hora de dejar de esperar milagros desde arriba y empezar a exigir cambios desde abajo. Porque mientras el poder siga sostenido por la corrupción, nunca será un poder legítimo. Y porque la dignidad no se negocia. Se ejerce.

miércoles, 2 de julio de 2025

¿Casualidad o patrón? Cada crisis política, un caos ferroviario

No es la primera vez que pasa. Y cada vez que ocurre, se repite el mismo guion: tensión política en el gobierno y, acto seguido, colapso ferroviario. Trenes parados, sistemas que “fallan”, comunicaciones interrumpidas, caos generalizado… y lo más inaceptable: personas encerradas durante 12 o 15 horas, sin agua, sin información, sin una salida clara.

¿Dónde está el protocolo de rescate?

Una cosa es una avería. Otra muy distinta es la total ausencia de un plan de actuación para asistir a los usuarios atrapados. No hay un protocolo público que garantice el rescate rápido y seguro de quienes quedan varados. ¿Cómo puede ser que, en pleno 2025, cientos de personas queden olvidadas en vagones durante horas sin ninguna respuesta institucional?

Esto no es un simple retraso. Es un abandono en toda regla.

¿Estamos siendo castigados?

Ante la repetición del patrón, la pregunta se impone: ¿el ciudadano está pagando el precio de la inestabilidad política? ¿Es esto una forma encubierta de castigo o presión, una muestra más de que el sistema no protege a quienes lo sostienen? La sensación de fondo es esa: mientras los dirigentes se pelean, es el ciudadano quien sufre en silencio, atrapado en un vagón sin salida.

Exigimos responsabilidad. Exigimos respeto.

La política no puede seguir siendo la excusa del deterioro de los servicios públicos. El transporte ferroviario es un derecho, no un lujo. Y quienes lo usamos a diario no podemos ser rehenes de la incompetencia o de las guerras internas del poder.

Ya basta de improvisar. Ya basta de mirar para otro lado. Lo que se necesita no es un parche ni una rueda de prensa: se necesita un protocolo de rescate inmediato, inversiones reales y un compromiso serio con los ciudadanos. Porque lo que está pasando no es casualidad. Y desde luego, no es normal.

jueves, 26 de junio de 2025

El Tribunal Constitucional y la Ley de Amnistía: ¿Quién vigila a los vigilantes?

El Tribunal Constitucional español ha vuelto a estar en el centro del debate político y jurídico tras avalar recientemente la controvertida ley de amnistía. Más allá del contenido de esta norma —que pretende cerrar heridas del procés independentista catalán—, lo que ha encendido las alarmas es el papel del propio Tribunal: ¿puede un órgano que decide sobre los límites del Estado de Derecho hacerlo sin unanimidad? ¿No se resquebraja su legitimidad cuando sus fallos reflejan más la polarización política que el consenso constitucional?

La esencia del Tribunal Constitucional

El Tribunal Constitucional no es un tribunal ordinario. Es el intérprete supremo de la Constitución. En teoría, su función es garantizar que las leyes y actuaciones del poder público respeten los principios constitucionales, siendo un órgano independiente, técnico y despolitizado. Su razón de ser es actuar como árbitro neutral cuando los demás poderes del Estado se exceden en sus funciones o vulneran derechos fundamentales.

Pero en la práctica, ese ideal parece cada vez más lejano.

¿Un Tribunal dividido puede proteger la Constitución?

En un país donde la Constitución es la base de convivencia democrática, resulta paradójico que su guardián actúe dividido casi de forma crónica. El reciente aval a la ley de amnistía ha salido adelante con una ajustada mayoría de 7 a 4, reflejando las afinidades ideológicas de los magistrados más que un consenso jurídico sólido.

Esto plantea una inquietud profunda: si la interpretación de la Constitución cambia según la mayoría de turno, el Tribunal deja de ser un garante neutral y se convierte en un actor político más. ¿Dónde queda entonces la seguridad jurídica? ¿Qué confianza puede tener la ciudadanía en un órgano que parece replicar la polarización parlamentaria?

¿Deben elegir los políticos a los jueces constitucionales?

En España, los miembros del Tribunal Constitucional son designados por el Congreso, el Senado, el Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial, todos ellos con fuerte peso político. Aunque la intención era asegurar un equilibrio institucional, el resultado ha sido que los magistrados acaban siendo etiquetados como “progresistas” o “conservadores”, según quién los haya propuesto.

Esta lógica partidista erosiona la legitimidad del Tribunal. En lugar de velar por los derechos y el orden constitucional con imparcialidad, parece que algunos magistrados actúan como prolongaciones ideológicas de los partidos que los han promovido. Esto debilita no solo al Tribunal, sino al conjunto del sistema democrático.

¿Es viable la unanimidad?

Exigir unanimidad en todas las decisiones podría parecer una solución, pero también tiene sus riesgos. El consenso forzado puede llevar a decisiones diluidas o ineficaces. Sin embargo, en cuestiones de especial trascendencia constitucional —como una amnistía con implicaciones estructurales para el Estado—, una decisión por consenso o al menos por mayoría cualificada debería ser obligatoria.

La falta de un mínimo acuerdo entre los magistrados no solo evidencia un fallo institucional, sino que proyecta una imagen de fractura constitucional que mina la confianza ciudadana.

Conclusión: el dilema de una democracia madura

En una democracia madura, los contrapesos institucionales deben estar por encima de la lógica partidista. El Tribunal Constitucional debería ser un refugio de neutralidad jurídica, no una arena más del combate político. Reformar su sistema de elección, blindar su independencia y fomentar la cultura del consenso en sus decisiones son pasos urgentes para devolverle el prestigio y la autoridad que el país necesita.

Porque, al final, si el Tribunal Constitucional no puede proteger la Constitución sin ser sospechoso de parcialidad, ¿quién queda para defender la democracia?.

miércoles, 25 de junio de 2025

Elogio de la lectura: el arte de habitar otros mundos, otras mentes

En un mundo cada vez más acelerado, donde el tiempo parece desvanecerse entre notificaciones, correos y pantallas brillantes, la lectura permanece como un refugio silencioso. Leer no es simplemente decodificar palabras: es una forma de habitar otros mundos, de encontrarnos a nosotros mismos en personajes inventados, de viajar sin movernos y pensar sin hablar.

🧠 Leer: un acto de libertad

Leer es un acto profundamente humano. Nos permite salir de nosotros mismos para vivir otras vidas, comprender otras realidades y reflexionar sobre la nuestra. Como dijo Jorge Luis Borges:

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.”

El poder de la lectura radica en su capacidad de transformarnos desde adentro. Es una revolución silenciosa que moldea nuestra mente y sensibilidad. No hay lector que sea el mismo antes y después de un buen libro.

📖 Papel vs. Pantalla: ¿realmente importa?

Vivimos una época de transición entre la lectura tradicional y la digital. Aunque ambos formatos tienen sus ventajas, la experiencia de lectura cambia profundamente según el soporte.

📜 Leer en papel

Leer en papel involucra una relación física e íntima con el libro. El olor de las páginas, el peso en las manos, la posibilidad de subrayar, doblar una esquina o dejar un separador… son gestos que crean un vínculo emocional con el texto. Además, si el libro es usado las reseñas de anteriores lecturas enriquecen la propia.

Diversos estudios han mostrado que la lectura en papel mejora la comprensión lectora y la retención de información, sobre todo en textos largos o complejos. El papel no nos distrae: no vibra, no notifica, no deslumbra.

💻 Leer en pantalla

La lectura en pantalla, en cambio, ofrece portabilidad y acceso casi ilimitado a información. Podemos llevar cientos de libros en un solo dispositivo, ajustar el tamaño del texto, buscar palabras clave, y marcar sin dañar el archivo. Pero también corremos el riesgo de caer en la lectura superficial o fragmentaria, atrapados por la tentación de otras aplicaciones abiertas.

Como señala la investigadora Maryanne Wolf:

“Estamos perdiendo la capacidad de lectura profunda; leer en pantalla nos empuja hacia una lectura más rápida, menos reflexiva.”

No se trata de rechazar la tecnología, sino de aprender a usarla sin sacrificar lo esencial: la conexión profunda con el texto y con nosotros mismos.

🕯 Citas que celebran la lectura

De la numerosas frases memorables que rinden tributo a la lectura, me quedo con tres:

  1. Franz Kafka: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.”
  2. Emily Dickinson: “No hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas.”
  3. Carl Sagan: “Un libro es prueba de que los humanos son capaces de hacer magia.”

🌱 Leer para crecer

Leer no es solo un hábito: es una forma de vida. En un tiempo donde reina la inmediatez, leer nos invita a la pausa. A la contemplación. A la profundidad.

Sea en papel o en pantalla, leer es un acto de resistencia contra la superficialidad. Nos permite ese pensar profundo que alimenta el alma y nos da paz y sosiego. Un acto que nos humaniza.

Leamos, entonces, no para matar el tiempo, sino para dar vida a nuestro tiempo.

📌 ¿Leer para olvidar… sirve de algo?

Es común terminar un libro, pasar los meses o los años, y darse cuenta de que uno apenas recuerda la trama o los nombres de los personajes. Y no es baladí pensar ¿Fue tiempo perdido? En absoluto. Aunque el contenido explícito desaparezca de la memoria consciente, la lectura deja efectos duraderos:

🔍 ¿Qué dicen los expertos?

  1. Pierre Bayard, crítico literario francés, escribió el provocador libro “Cómo hablar de los libros que no se han leído”. En él afirma que incluso los libros que hemos olvidado o leído parcialmente influyen en nosotros. Lo importante no es recordar cada detalle, sino cómo ese libro amplía nuestro horizonte intelectual, emocional o imaginativo.
  2. “Olvidar un libro no significa que haya dejado de formar parte de uno.”
  3. Maryanne Wolf, neurocientífica experta en lectura, ha demostrado que leer modifica la arquitectura del cerebro, fomentando la empatía, la comprensión profunda y el pensamiento crítico. Estas capacidades pueden permanecer incluso cuando se olvidan las historias concretas.
  4. La teoría del conocimiento implícito en psicología sugiere que, aunque olvidemos datos concretos, el saber se “fija” en formas de pensamiento, asociaciones, sensibilidad estética o habilidades lingüísticas.

🌱 Lecturas que nos transforman más allá del recuerdo

Cuando leemos, no solo absorbemos información. También:

  1. Aprendemos a empatizar con otras perspectivas.
  2. Desarrollamos la paciencia y la concentración.
  3. Afinamos nuestro sentido del lenguaje, el ritmo, el estilo.
  4. Interiorizamos estructuras narrativas, imágenes, ideas… aunque no podamos citarlas luego con precisión.

Como decía Italo Calvino:

“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”

Incluso olvidado, un buen libro deja marcas invisibles que nos acompañan. Como un sueño del que no recordamos nada, pero que nos cambió el humor o el pensamiento durante días.

Aunque el paso del tiempo borre los nombres, tramas o frases de los libros que leímos, el poso que deja la lectura no se pierde. Cada libro leído —recordado o no— deja una huella en nuestra forma de ver, sentir y pensar. No se trata solo de retener, sino de haber sido transformados. Porque como también decía Borges:

“Uno no es lo que recuerda, sino lo que ha leído.”

sábado, 7 de junio de 2025

Cuando el idioma se convierte en provocación

La Conferencia de Presidentes de ayer nos dejó una imagen inquietante: la presidenta de la Comunidad de Madrid abandonando la sala cuando el lehendakari comenzó su intervención en euskera. Un gesto que no solo fue llamativo, sino que desnuda las tensiones cada vez más evidentes entre las formas y los fondos en la política territorial española.

Hablemos claro: utilizar un idioma cooficial en un foro de coordinación autonómica, donde se sabe que la mayoría no lo entiende, no es solo una afirmación cultural. Es, en muchos casos, una provocación calculada. Un gesto político más que comunicativo. Porque si realmente se quisiera dialogar, ¿no sería más efectivo usar un idioma común, aunque exista ese derroche que pagamos TODOS que es la traducción simultánea? La palabra pierde su fuerza cuando no busca ser comprendida, sino marcar territorio.

Dicho esto, lo que hizo la presidenta de Madrid no se queda corto. Marcharse, en lugar de permanecer y pedir respeto institucional o exigir traducción, es una falta de educación política. Una reacción que no eleva el debate, sino que lo empobrece aún más.

Estamos ante una escena donde todos pierden: el que convierte el idioma en una trinchera simbólica y el que responde a esa provocación con una huida escénica. La política, que debería basarse en el entendimiento, se convierte en una competición de gestos vacíos.

Y mientras tanto, los ciudadanos, una vez más, vemos cómo los responsables públicos usan la diversidad lingüística no como puente, sino como arma. Y eso, en un país que presume de pluralidad, debería preocuparnos profundamente.

miércoles, 4 de junio de 2025

Mucho se habla de los malos líderes, pero… ¿y los malos trabajadores?

En los debates sobre el mundo laboral, los focos suelen centrarse —y con razón en muchos casos— en los malos líderes: jefes tóxicos, gestores ineficaces, superiores autoritarios o incompetentes. Pero hay un grupo que pasa bajo el radar, del que se habla poco o nada, quizás porque no hace tanto ruido, pero cuya influencia negativa es igual de corrosiva: el de los malos trabajadores.

Sí, existen. Son esos especímenes que no destacan por su talento ni por su ética laboral. Vagancia crónica, apatía como filosofía de vida, cero compromiso. Son los que cuentan los minutos para salir antes de haber llegado, los que acumulan bajas con sospechosa regularidad, los que no aportan valor, pero tampoco conflictos… justo lo suficiente para flotar sin que nadie los cuestione abiertamente.


En el sector privado, con algo de suerte, tarde o temprano el sistema los expulsa. Pero en el ámbito público, donde la estabilidad laboral es una fortaleza que a veces se convierte en refugio de la mediocridad, no solo sobreviven… prosperan. ¿El colmo? Que muchas veces, por no molestar, por no destacar ni en lo malo, son los primeros en ser los promocionados. No porque brillen, sino porque no incomodan.

Y mientras tanto, los que se implican, los que intentan cambiar las cosas, los que aportan… acaban frustrados, agotados o directamente marchándose.

No se trata de hacer una caza de brujas, sino de equilibrar el relato. No todos los males vienen de arriba. A veces, la podredumbre también está en la base.

lunes, 2 de junio de 2025

Una sociedad que premia la apariencia y castiga la verdad

Vivimos en una era paradójica. Nunca antes la humanidad había contado con tantos medios para acceder a la verdad, y sin embargo, la mentira parece florecer con más fuerza que nunca. En esta sociedad digital, donde la imagen tiene más peso que el contenido, donde el ruido prevalece sobre la razón, el deshonesto ha aprendido a convertirse en héroe mientras el honesto paga el precio de su integridad.

Nos encontramos ante una cultura que eleva al tramposo carismático y sepulta al justo silencioso. El que grita más fuerte, el que manipula con destreza, el que construye una fachada de éxito sobre cimientos huecos, recibe aplausos y seguidores. Mientras tanto, el que trabaja con humildad, el que persevera sin pedir reconocimiento, el que sufre por una causa que no le dará fama, es tildado de ingenuo o irrelevante.

La humildad, esa virtud que solía ser señal de sabiduría, hoy es confundida con debilidad. La camaradería, con servilismo. La honestidad, con torpeza. Y la coherencia, con rigidez. En su lugar, celebramos la astucia disfrazada de inteligencia, la impudicia como audacia, y la irreverencia vacía como valentía.

Nos hemos convertido en admiradores de héroes de barro. Ídolos fugaces construidos por algoritmos y campañas de imagen, cuya única épica es su capacidad para autopromocionarse. Se desprecia al mártir esforzado, al que entrega su vida por ideales que no caben en un tweet. Porque lo incómodo no vende, lo auténtico no entretiene, y lo profundo exige un esfuerzo que ya pocos quieren hacer.

Esta no es una apología del pesimismo, sino una invitación a resistir. A no renunciar a los valores que sostienen la dignidad humana. A seguir eligiendo la verdad, aunque duela. A valorar al que camina recto, aunque avance lento. A reconocer que la historia no recuerda a los que brillaron un momento, sino a los que se quemaron por iluminar el camino.

Porque si alguna vez vamos a cambiar esta sociedad, no será con más espectáculo, sino con más ejemplo. Y eso empieza, silenciosamente, por cada uno de nosotros.

sábado, 31 de mayo de 2025

¿Es España una democracia madura?


 


 La madurez de una democracia no solo se mide por la existencia de elecciones libres o por tener sus instituciones consolidadas, sino también por la actitud crítica, informada y responsable de su ciudadanía: la forma en que vota, la tolerancia (o intolerancia) frente a la corrupción, la capacidad de análisis crítico ante la información política y su reacción frente a la manipulación emocional de los discursos.En el caso de España, aunque las estructuras democráticas están consolidadas (hasta hace poco al menos eso pensábamos), persisten interrogantes sobre la madurez del electorado y su tolerancia hacia prácticas como la corrupción. Y voy a intentar darles respuesta: 
 

🗳️ ¿Votamos con madurez en España?

Diversos estudios indican que la decisión de voto en España no siempre se basa en programas o ideologías sólidas. A menudo se asume que el voto es una decisión racional. Sin embargo,  muchos ciudadanos eligen en función de criterios emocionales o superficiales: la apariencia del líder, su habilidad retórica, su presencia en redes sociales o televisión, y las filias culturales.

Un estudio de Thinking Heads sobre la reputación del líder político en España (2025) concluye que la percepción pública —más que el programa electoral— determina la simpatía hacia los candidatos y puede influir significativamente en la intención de voto, a veces por encima de las propuestas concretas o de los resultados que hayan obtenido en legislaturas previasThinking Heads

⚖️ Corrupción: ¿una práctica tolerada?

A pesar de los numerosos escándalos de corrupción que han salpicado la política española, muchos ciudadanos continúan votando por partidos implicados. Esto sugiere una cierta normalización de estas prácticas. Según un estudio universitario reciente, la tolerancia a la corrupción ha aumentado en España entre 2017 y 2023, evidenciando una creciente aceptación social de estas conductas .Revistas USCSoriaNoticias

🧠 ¿Refleja el votante la madurez democrática?

La madurez democrática implica una ciudadanía informada, crítica y comprometida. Sin embargo, datos recientes revelan que un 17% de los españoles de entre 18 y 34 años considera que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a uno democrático . Esta cifra, en aumento respecto a años anteriores, pone en cuestión la solidez de los valores democráticos entre los jóvenes.ESdiario+1Europa Press+1El País+1ElHuffPost+1

👺 Posverdades: emociones por encima de hechos

¿Cómo influyen las posverdades de los políticos en la ciudadanía?

En la era de la información —y paradójicamente, también de la desinformación— la posverdad se ha consolidado como una herramienta recurrente en el discurso político. Según el Diccionario Oxford, posverdad se refiere a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

En esta era digital, la política ha dejado de estar guiada exclusivamente por los datos. La posverdad —cuando la emoción supera al hecho objetivo— se ha convertido en un arma habitual del discurso político.

Según el I Estudio sobre la desinformación en España (Universidad de Navarra y UTECA, 2022), el 72% de los españoles ha creído alguna vez una noticia falsa, y el 91% cree que la desinformación representa una amenaza para la democracia. (Real Instituto Elcano. (2024). Informe Iberifier: El impacto estratégico de la desinformación en Españarealinstitutoelcano.org/informe-iberifier). 

Además, el Informe Iberifier del Real Instituto Elcano (2024) advierte que los votantes jóvenes son especialmente vulnerables a bulos y relatos emocionales difundidos por redes sociales, sobre todo durante campañas electorales. (Universidad de Navarra y UTECA. (2022). I Estudio sobre la desinformación en Españaunav.edu/estudio-desinformacion.pdf). 

¿Se cree las posverdades el votante español?

La respuesta, aunque incómoda, es que sí, en muchos casos la ciudadanía acoge la posverdad sin un análisis crítico suficiente. Esto se debe a varios factores:

  • Sesgo de confirmación: Las personas tienden a creer afirmaciones que refuerzan sus ideas previas, aunque sean falsas. Un votante de un partido puede dar por buena una mentira si esta beneficia a “los suyos” o perjudica a los adversarios.

  • Exceso de información y fatiga informativa: El ciudadano promedio se enfrenta a un volumen abrumador de noticias. En este entorno, lo emocional y llamativo —aunque falso— cala más fácilmente que lo complejo y riguroso.

  • Pérdida de confianza en medios y expertos: Según el Eurobarómetro de 2024, más del 60% de los españoles desconfía de los medios tradicionales. Esta desconfianza crea un caldo de cultivo donde las afirmaciones infundadas, repetidas en redes sociales o por líderes carismáticos, pueden adquirir rango de verdad.

  • Estrategias deliberadas de los partidos: Algunos políticos han aprendido que la corrección factual no siempre importa. Lo importante es instalar un relato, aunque sea engañoso. Este fenómeno se ha documentado tanto en la izquierda como en la derecha española.

Ejemplos recientes en España

  • Declaraciones sobre inmigración exagerando su vinculación con el crimen.

  • Afirmaciones falsas sobre el coste de políticas sociales o el déficit del Estado.

  • Reescrituras simplificadas (y muchas veces erróneas) del pasado reciente, como los discursos sobre la transición, la memoria histórica o la pandemia.

Consecuencias

  • Polarización: Las posverdades no solo desinforman, sino que dividen. Generan realidades paralelas, donde los votantes ya no debaten hechos, sino creencias irreconciliables.

  • Desmovilización crítica: Cuando todo es opinable, incluso lo evidente, se diluye el sentido de responsabilidad democrática. ¿Para qué informarse si “cada uno tiene su verdad”?



💩Corrupción: ¿un mal sistémico aceptado?

Una de las paradojas más llamativas de la democracia española es la tolerancia electoral hacia la corrupción. A pesar de que los medios y la justicia han destapado miles de casos —muchos de ellos vinculados a partidos mayoritarios—, no siempre hay castigo en las urnas.

Un estudio universitario reciente (Soler, R. (2025). La tolerancia a la corrupción ha aumentado en España... y este estudio universitario lo demuestrasorianoticias.com/estudio-corrupcion-espana)  revela que esta permisividad puede deberse a un fenómeno cultural: la normalización de la “pequeña corrupción”. Es decir, prácticas como enchufar a un familiar, saltarse una cola, o falsear un justificante, no se ven como delitos sino como “trucos del sistema”. Este patrón podría proyectarse, inconscientemente, sobre la percepción de la corrupción política.

🧩Conclusión: ¿una democracia consolidada o degradada?

España cuenta con una estructura democrática estable y una ciudadanía movilizada, pero la madurez democrática todavía enfrenta desafíos:

  • Votantes que eligen sin un análisis riguroso.

  • Tolerancia a la corrupción.

  • Vulnerabilidad frente a las emociones, bulos y narrativas manipuladoras.

La democracia no solo se defiende con votos, sino con educación cívica, pensamiento crítico y responsabilidad colectiva.

España había logrado consolidar sus instituciones democráticas desde la Transición. Sin embargo, la madurez de su democracia se ve desafiada por una nueva clase política que venía a limpiar todo de fango y ha terminado enfangándolo todo y por una ciudadanía que, en ocasiones, prioriza factores superficiales en su decisión de voto y muestra una preocupante tolerancia hacia la corrupción. Para fortalecer la democracia, es esencial fomentar una cultura política basada en la información, la ética y la participación activa. En caso contrario, considerémomos bolivarianos. 

martes, 13 de mayo de 2025

Qué es un catavinos? Una guía para noveles

Si alguna vez visitas Córdoba y pides “una copa de vino”, probablemente no recibirás lo que esperas. Porque aquí, una “copa” no es simplemente un vaso de vino: es una medida, una costumbre… y tiene nombre propio. Se llama catavinos.

¿Qué es un catavinos?

El catavinos es una copa pequeña, de cristal fino, alargada y estrecha, que se diseñó originalmente para catar vinos. De hecho, su nombre proviene de “catar” (probar, saborear) y “vinos”. Su forma ayuda a concentrar los aromas del vino y a que llegue al paladar de forma elegante. Tiene una capacidad de unos 90 ml, lo que equivale, en Córdoba, a lo que se llama una copa.

¿Y qué es un medio?

Cuando alguien en Córdoba pide un medio, se está refiriendo a una cantidad mayor: el doble que un catavinos, es decir, unos 180 ml. No tiene nada que ver con un vaso “a medio llenar”, sino que es una medida establecida desde hace décadas en las tabernas de la ciudad.

Estas unidades de medida no son casuales. Están profundamente ligadas a la cultura del tapeo, a la forma de socializar y disfrutar del vino de forma pausada y compartida. Pocas veces verás una copa de vino grande y desbordante en Córdoba: aquí se bebe en pequeñas dosis, con atención y conversación.

Catavinos clásico vs. moderno

Hoy en día existen dos versiones del catavinos:

  1. El clásico: esbelto, de cristal fino, con tallo. Se asocia a la tradición y a las tabernas más antiguas. Es la copa que usaban los catadores profesionales y que en Córdoba se adoptó como medida habitual en el día a día. Beber en un catavinos clásico es una forma de honrar esa tradición.

  1. El moderno: más robusto, de vidrio más grueso, a veces sin tallo. Es más resistente y práctico, pensado para un uso más funcional en bares actuales. Mantiene la capacidad, pero pierde parte del encanto visual y ritual del clásico.

En este blog, apostamos por el catavinos clásico, porque creemos que en su sencillez se esconde una forma única de entender el vino y la vida en Córdoba.

¿Por qué la UE nos recomienda tener un kit de supervivencia? Una mirada desde España

En los últimos meses, la Unión Europea ha comenzado a recomendar oficialmente que los ciudadanos tengan preparado un kit de emergencia o supervivencia en casa. La idea, que puede parecer alarmista para algunos, nace de una preocupación creciente por posibles interrupciones en servicios básicos: cortes de electricidad, fallos en el suministro de agua, o incluso conflictos geopolíticos que puedan afectar nuestra vida diaria. Pero, ¿y si en España esta recomendación tiene aún más sentido?

Una España con servicios públicos cada vez más deteriorados

Cualquiera que use el transporte público con frecuencia, especialmente la red ferroviaria, habrá notado que los retrasos, las interrupciones injustificadas y las paradas “espontáneas” se están convirtiendo en rutina. Lo más preocupante no es solo la frecuencia, sino el patrón con el que ocurren: en momentos clave, como puentes, fines de semana largos o festividades, cuando más gente se desplaza.

¿Casualidad? ¿Falta de mantenimiento? ¿Desorganización? O tal vez una mezcla de todo eso, aderezada con una profunda crisis de gestión institucional.

¿Qué nos dice realmente la recomendación de la UE?

El mensaje entre líneas es claro: no podemos depender totalmente del sistema. Nos invitan, de forma elegante pero firme, a tomar responsabilidad individual ante posibles escenarios de crisis. En países como Alemania o Suecia, estas prácticas ya son habituales. En España, sin embargo, esta cultura de la previsión brilla por su ausencia… hasta ahora.

¿Qué debería tener un kit de supervivencia básico?

La UE recomienda incluir elementos como:

  1. Agua potable para varios días (al menos 2 litros por persona al día)
  2. Alimentos no perecederos
  3. Linterna con pilas de repuesto
  4. Radio a pilas
  5. Medicamentos básicos y botiquín
  6. Copias de documentos importantes
  7. Cargadores portátiles (power banks)
  8. Ropa de abrigo, velas, encendedores…

En resumen, autonomía temporal ante un posible corte de servicios.

¿Estamos preparados?

La gran pregunta es: ¿España está preparada para una gran interrupción de servicios? Y más importante aún, ¿tú lo estás?

Con una red ferroviaria que no garantiza ni puntualidad ni fiabilidad, una sanidad pública al borde del colapso en varias comunidades, y una gestión política centrada más en el titular que en la solución, tal vez haya llegado el momento de dejar de esperar que “papá Estado” lo resuelva todo por nosotros.

domingo, 11 de mayo de 2025

Más allá de la izquierda y la derecha: ¿necesitamos ideologías?



 


                Vivimos en una época en la que las ideologías políticas clásicas parecen más una camisa de fuerza que un camino hacia la convivencia. Las etiquetas ideológicas se han convertido en trincheras. ¿Es realmente útil seguir identificándonos con una ideología tradicional en pleno siglo XXI?

Las ideologías políticas clásicas: ¿cuántas hay?

A grandes rasgos, podemos identificar las principales ideologías políticas clásicas:

  1. Liberalismo

    • Defensa de las libertades individuales, la propiedad privada y el libre mercado.

    • Ha promovido el crecimiento económico, pero también ha sido criticado por favorecer la desigualdad.

  2. Conservadurismo

    • Valoración del orden, la tradición y la autoridad.

    • Ha dado estabilidad, pero a menudo se ha resistido al progreso social.

  3. Socialismo

    • Busca la igualdad mediante la propiedad colectiva o estatal de los medios de producción.

    • Ha conseguido avances en derechos sociales, pero también ha derivado en regímenes represivos en varios casos.

  4. Comunismo

    • Variante extrema del socialismo, con abolición completa de la propiedad privada.

    • Históricamente asociado a gobiernos autoritarios con millones de víctimas por represión política.

  5. Anarquismo

    • Rechazo del Estado y de toda forma de autoridad impuesta.

    • Idealista y radical, ha tenido poca implementación práctica estable.

  6. Fascismo

    • Nacionalismo extremo, autoritarismo y culto al líder.

    • Responsable directo de guerras, genocidios y represión brutal.

  7. Nacionalismo / Populismo

    • Defensa identitaria del “pueblo” frente a élites o extranjeros.

    • Puede empoderar a sectores olvidados, pero a menudo degenera en exclusión y autoritarismo.

  8. Sanchismo

               Nueva ideología o corriente política dentro del espectro español que merece mención aparte por su impacto reciente y sus matices propios que van más allá de los límites de la socialdemocracia.  

Cada ideología tiene una historia con luces y sombras. Algunas cifras y hechos relevantes:

  • El comunismo, en su aplicación soviética, china o camboyana, dejó decenas de millones de víctimas por represión política, purgas y hambrunas forzadas.

  • El fascismo, especialmente en la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, llevó a la muerte de millones, entre ellos víctimas del Holocausto.

  • El liberalismo económico extremo ha provocado desigualdad social masiva y crisis recurrentes (como la Gran Depresión o la crisis de 2008).

  • El socialismo democrático en países nórdicos ha demostrado que se puede combinar bienestar social con democracia y crecimiento económico.

  • El conservadurismo, cuando ha respetado la democracia, ha logrado cierta cohesión, pero también ha excluido a minorías y frenado derechos civiles.

  • El anarquismo no ha tenido una aplicación estatal duradera para evaluar sus efectos a gran escala.

  • Sanchismo: represión tributaria, falso bienestar y equidad inexistente. Con pactos interesados con los socios enemigos del país. 

Lo cierto es que ninguna ideología ha beneficiado por igual a todas las clases sociales. Algunas, pocas, han promovido movilidad social o reducción de la pobreza, pero siempre a costa de restricciones en otras áreas. Y algunas han dejado, y siguen dejando un reguero de muerte. 

Opinión: La ideología como corsé mental

Las ideologías nacieron como intentos de interpretar el mundo y proponer soluciones colectivas. Sin embargo, hoy más que nunca parecen sistemas cerrados que filtran la realidad en lugar de comprenderla.

Una ideología puede convertirse en un corsé que limita nuestra capacidad de diálogo, aprendizaje y evolución. Nos hace desconfiar de ideas ajenas aunque sean razonables, solo porque "vienen del otro lado". Nos obliga a encajar la realidad en teorías prefabricadas, en lugar de adaptar nuestras ideas a la realidad.

¿Una democracia sin partidos ideológicos?

¿Qué pasaría si imagináramos una democracia donde no existieran partidos ideológicos tradicionales?

Una democracia basada en el pragmatismo, la evidencia y el consenso ciudadano, en lugar de en dogmas heredados. Donde los representantes fueran elegidos por su capacidad de resolver problemas concretos, y no por su alineación con un programa cerrado.

No sería una utopía fácil de alcanzar, pero tal vez ya es momento de comenzar a debatir cómo desideologizar la política. Tal vez el futuro no está en elegir entre "izquierda o derecha", sino en crear un espacio donde todas las soluciones inteligentes y justas tengan cabida, vengan de donde vengan.


viernes, 9 de mayo de 2025

28 de abril de 2025, 12:33 – El Gran Apagón de España no solo fue eléctrico.

El 28 de abril de 2025, a las 12:33 del mediodía, millones de personas en España quedaron sin electricidad. Fue un apagón súbito que afectó a infraestructuras críticas, viviendas, negocios y hospitales. Aunque la luz volvió en menos de 24 horas, el simbolismo fue inmediato: España ya vivía apagada en otros muchos frentes.

Democracia, economía, sanidad, educación… El corte eléctrico solo evidenció lo que ya sentíamos: una desconexión general, una fatiga de sistema. Lo de ese lunes inolvidable fue un recordatorio brutal y visual: todo puede fallar a la vez.


1. Apagón democrático: el sistema se tambalea aunque haya luz

Aunque el CGPJ ya fue renovado —tras años de bloqueo—, el desgaste institucional sigue presente. La crispación política, la falta de consenso duradero y la judicialización de la vida pública han generado una fatiga democrática evidente.

Ejemplo: La espectacular decisión del presidente del Gobierno de “parar por amor y reflexionar” durante cinco días ante una campaña mediática personal —por legítima que fuera— generó un vacío político sin precedentes. Las instituciones funcionaron, sí, pero lo hicieron con el país en tensión y con la sensación de que cualquier chispa puede provocar un cortocircuito institucional.

El Parlamento se ha convertido en un campo de batalla verbal. El respeto mutuo entre adversarios políticos ha sido sustituido por la descalificación permanente. Y la ciudadanía observa, cada vez más, desde la distancia. Aún más cuando el Presidente del Gobierno dijo que gobernaría sin el poder legislativo, como posteriormente se está confirmando ya que la sede de la soberanía popular es tratada como un simple klinex.


2. Apagón económico: crecimiento sin alivio

A las 12:33 se fue la luz, pero para muchas familias la factura ya era insoportable incluso con ella encendida. Los datos macroeconómicos hablan de recuperación, pero la vida cotidiana cuenta otra historia: sueldos bajos, inflación persistente, alquileres prohibitivos, imposibilidad de compra de viviendas.

Ejemplo: La cesta de la compra se ha encarecido de forma sostenida. Un salario medio ya no basta para cubrir vivienda, suministros y necesidades básicas en muchas ciudades. La juventud sufre una precariedad crónica y muchos titulados siguen marchándose al extranjero ante la falta de oportunidades reales.

Mientras tanto, los beneficios récord de algunas grandes empresas conviven con una clase media cada vez más exprimida. Hay crecimiento, sí. Pero para muy pocos.


3. Apagón sanitario: la urgencia silenciosa

Ese día, los hospitales recurrieron a generadores. Pero la sanidad pública ya venía funcionando con luz de emergencia desde hace años. Los problemas no son nuevos, pero se agravan.

Ejemplo: Las listas de espera para consultas especializadas o intervenciones quirúrgicas superan cifras históricas. La atención primaria está al borde del colapso en varias comunidades. Y los profesionales sanitarios denuncian sobrecarga, falta de inversión y abandono institucional.

La sanidad, uno de los pilares del Estado del bienestar, pierde calidad y accesibilidad. Con profesionales mal pagados y mal tratados. Y lo peor: la brecha entre quienes pueden pagar una póliza privada y quienes no, crece cada día.


4. Apagón educativo: una escuela que funciona con piloto automático

Las aulas también sufrieron cortes de luz aquel 28 de abril, pero lo más preocupante es lo que ocurre aunque estén iluminadas: una educación que cada vez forma menos y uniforma más.

Ejemplo: Las reformas educativas recientes han priorizado la flexibilidad, pero han dejado desorientación en su lugar. La posibilidad de titular con asignaturas suspensas ha debilitado el valor del esfuerzo. Muchos docentes sienten que su trabajo se ha convertido en pura burocracia y gestión del caos.

Los resultados de informes internacionales —como PISA— muestran retroceso en competencias clave. Y el acceso a una educación de calidad sigue dependiendo demasiado del código postal porque la educación pública toca fondo.


Epílogo: ¿Y si el apagón fue un espejo?

A las 12:33, por unos minutos, España se detuvo. Pero quizás lo más inquietante no fue la oscuridad, sino lo que alcanzamos a ver en ella. Que las estructuras que nos sostienen están debilitadas. Que la desconfianza, la precariedad y el agotamiento están demasiado normalizados.

No bastará con reactivar los generadores. Hace falta reconectar con un proyecto de país. Con instituciones más limpias, con políticas que miren al largo plazo, con una economía que reparta, una sanidad que cuide y una educación que forme.

La luz volvió. Pero, ¿y el rumbo?

miércoles, 7 de mayo de 2025

El galgo de Paiporta

En el escenario político español ha emergido una figura que no necesita presentación entre los que aún conservan memoria y sentido crítico: el galgo de Paiporta. Un personaje cuya única carrera no ha sido ganada por méritos ni por convicciones democráticas, sino por el arte del engaño, la manipulación y la sed insaciable de poder. Narcisista empedernido, autócrata disfrazado de demócrata, fabricante incansable de bulos, y completamente impermeable a la empatía social, este galgo no corre por el pueblo: corre del pueblo.

A su alrededor, se ha rodeado de una jauría de podencos. Individuos sin más currículum que su lealtad ciega. Sin estudios, sin méritos propios, pero con el olfato suficiente para saber que la sombra del galgo les da calor y les mantiene el puesto. Actúan como loros programados, repitiendo cada mañana las consignas dictadas desde la madriguera de poder, sin cuestionar, sin pestañear, sin pensar.

Este liderazgo ha dejado un rastro de decisiones tan dañinas como vergonzosas. España ha permanecido a la cola del paro, mientras el galgo corre entre flashes y titulares manipulados. Durante la pandemia, mintió sobre la existencia de un supuesto “comité de expertos” que nunca existió, vendiendo seguridad cuando solo había improvisación. Su maquinaria legal ha dado alas a leyes que han liberado a violadores y pederastas, un bochorno sin precedentes.

Y cuando las tragedias golpearon a ciudadanos de carne y hueso —el volcán de La Palma, la Dana en Valencia— las ayudas llegaron, sí, pero con cuentagotas, como si la miseria pudiera esperar al calendario electoral.

Pero lo más grave de todo es que el galgo no ama a su país. O al menos, no al país completo. Su más reciente traición es la ley de amnistía a los golpistas secesionistas, una humillación legal y moral para quienes aún creemos en la igualdad y en el respeto a la ley.

El galgo de Paiporta no corre por el bien común. Corre por su supervivencia política, arrastrando consigo una corte de palmeros y dejando tras de sí un país dividido, desencantado y, sobre todo, herido.

lunes, 5 de mayo de 2025

¿Merecerlo o conocer a alguien? La erosión de la meritocracia en España.

 

En una sociedad democrática moderna, los cargos técnicos deberían estar ocupados por los más capacitados. Sin embargo, en España asistimos a una preocupante tendencia: la sustitución de la meritocracia por el amiguismo y las afinidades políticas. Esta práctica no solo debilita nuestras instituciones, sino que manda un mensaje devastador a quienes se esfuerzan por formarse: “no importa lo que sabes, sino a quién conoces”.

El valor de la meritocracia

La meritocracia es la idea de que las oportunidades y responsabilidades deben asignarse en función del talento, la preparación y el esfuerzo. Es la base de sistemas educativos sólidos, administraciones eficientes y empresas competitivas. Cuando se respeta, la meritocracia garantiza que las decisiones públicas sean tomadas por personas competentes, formadas y responsables.

En puestos técnicos —como los relacionados con la gestión de emergencias, las infraestructuras críticas, la administración sanitaria o educativa, entre otros— esta idea no es un lujo, sino una necesidad. Sin conocimiento y experiencia, el riesgo de errores graves se multiplica.

El deterioro visible en España

En los últimos años, varios nombramientos han despertado la indignación de expertos y ciudadanos por su falta de justificación técnica. Entre los más recientes:

  • La Consejera de Emergencias de la Comunidad  Valenciana durante la crisis por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos): una persona sin experiencia en gestión de emergencias ni formación específica, colocada por afinidad política. El resultado: descoordinación y errores en plena emergencia.

  • La presidenta de Red Eléctrica Española, designada sin experiencia previa en el sector energético, en un momento donde la estabilidad eléctrica y la transición energética requieren liderazgo técnico riguroso. Días después, se produjo un apagón que dejó sin suministro a miles de personas. Aunque no se le atribuya la culpa directa, la percepción pública sobre su idoneidad quedó en entredicho.

  • El hijo del presidente del Tribunal Constitucional contratado por Telefónica, en un contexto donde la ética institucional exige evitar toda apariencia de trato de favor. ¿Qué mensaje se transmite al ciudadano medio que lucha por entrar en el mercado laboral por méritos propios?

 Y no debemos pasar por alto que esta práctica se extiende también a niveles más bajos de nuestra sociedad. Cada vez son más los cargos —y carguitos— que se reparten entre afines, acompañados de su habitual séquito de asesores. Personas que, en muchos casos, ocupan y se atrincheran en puestos que no han ganado por mérito, esfuerzo ni dedicación. En el peor de los casos, hablamos de individuos completamente ajenos a las competencias necesarias para el cargo que se les ha asignado —o más bien regalado—.

Consecuencias preocupantes

Las consecuencias de estas prácticas no son anecdóticas ni aisladas:

  • Instituciones ineficientes: cuando los responsables no tienen preparación, las decisiones son lentas, erráticas o ineficaces. La calidad del servicio público se deteriora.

  • Desmotivación profesional: empleados públicos preparados ven cómo los ascensos no dependen del esfuerzo ni del rendimiento, sino de la cercanía al poder. Esto genera apatía y fuga de talento.

  • Desafección ciudadana: si los ciudadanos perciben que sus instituciones están dirigidas por "enchufados", la confianza en el sistema se erosiona. La política se ve como un club cerrado, no como una herramienta al servicio del bien común.

La educación y la cultura del esfuerzo, en jaque

Uno de los efectos más graves y silenciosos es el impacto sobre los jóvenes. ¿Qué incentivo tiene un estudiante brillante si observa que los mejores puestos no se ganan con esfuerzo, sino con contactos?

Esta cultura del "enchufe" no solo bloquea el ascenso social, sino que desincentiva la excelencia. El mensaje implícito es devastador: “no importa cuánto te prepares, lo que cuenta es a quién conoces”. Así, condenamos a generaciones enteras a la resignación o la emigración.

¿Qué se puede hacer?

La solución no es sencilla, pero sí urgente. Algunas medidas clave podrían ser:

  • Reformar los sistemas de designación pública, exigiendo criterios técnicos verificables para todos los cargos de responsabilidad.

  • Transparencia absoluta en los nombramientos, con acceso público a los currículos y méritos de los candidatos.

  • Evaluaciones independientes y concursos abiertos para los cargos intermedios y directivos.

  • Concienciación ciudadana y presión mediática: como ciudadanos debemos exigir responsabilidad y oponernos activamente al nepotismo.


España no puede permitirse que la mediocridad gane terreno por decreto. Recuperar la meritocracia no es una cuestión ideológica, sino de supervivencia institucional y de justicia para quienes cada día se esfuerzan por construir un país mejor.

Y que nuestros jóvenes no puedan decirnos "¿tanto estudiar para que el listo de turno, el candidato amigo, el militante del partido nos pase por encima por el morro?No somos tontos"

viernes, 2 de mayo de 2025

¿Por qué recordamos más a los mediáticos que a quienes cambian el mundo? El caso de Manolo ‘el del Bombo’

 


La muerte mediática y la memoria selectiva: reflexiones tras el fallecimiento de Manolo ‘el del Bombo’

El reciente fallecimiento de Manolo ‘el del Bombo’(D.E.P), ha provocado una ola de homenajes en toda España. Figura carismática del fútbol nacional, animador incansable desde 1982, su imagen está vinculada emocionalmente a la afición española. Sin embargo, su despedida mediática plantea una reflexión más profunda: ¿por qué la sociedad española recuerda con tanta fuerza a figuras populares, mientras olvida a quienes han aportado avances decisivos a la humanidad?


El contraste silencioso: científicos ignorados

Mientras los titulares se centran en figuras como Manolo, hay otras muertes recientes que apenas se han mencionado:


  • Margarita Salas (2019): pionera en biología molecular, desarrolló una enzima esencial en la biotecnología moderna.
  • Santiago Grisolía (2022): bioquímico de prestigio mundial, fue clave en el impulso de la ciencia en España.
  • Ricardo Insausti (2024): experto en neurociencia y Alzheimer, con reconocimiento internacional.
  • Miguel Alario Franco (2024): líder en química del estado sólido, presidente de la Real Academia de Ciencias.



Estas personas cambiaron el mundo desde la discreción, sin focos, sin trending topics. Y sin embargo, su pérdida no provocó el mismo eco popular.


¿Qué explica esta disparidad?


  • La cercanía emocional: las figuras mediáticas están presentes en nuestra vida diaria, en televisión, redes, prensa… generan familiaridad.
  • La dificultad del conocimiento científico: sus logros suelen ser técnicos y poco accesibles, y rara vez se traducen en relatos comprensibles.
  • La escasa cultura científica: en España aún no se ha integrado la ciencia como parte del imaginario social.

Un apunte simbólico: ¿por qué “La Roja”?


Como detalle que refuerza esta mirada crítica, incluso el nombre popular de la selección española, “La Roja”, merece una revisión. A mi modo de ver, se trata de una denominación tendenciosa, cuando el uniforme tradicional del equipo incluye tanto el rojo como el azul. Esta simplificación simbólica no es inocente, y forma parte de una tendencia más amplia de reducir lo complejo a lo emocionalmente eficaz, aunque sea a costa de la precisión y la pluralidad.


Conclusión: una memoria más justa


Es importante rendir tributo a quienes aportan alegría y color a la vida cotidiana. Pero también lo es reconocer y celebrar a quienes hacen avanzar el conocimiento y la humanidad. Ambos merecen respeto, pero el silencio hacia los segundos refleja un desequilibrio cultural que conviene corregir.



Recordar a Manolo ‘el del Bombo’ es recordar la pasión. Recordar a Margarita Salas o a Grisolía es recordar el progreso. Y una sociedad madura debe ser capaz de honrar ambos legados… sin olvidar cuál de ellos nos sostiene de verdad.

F. Javier Montero Pérez

Médico, investigador y autor cientifico.