sábado, 7 de junio de 2025

Cuando el idioma se convierte en provocación

La Conferencia de Presidentes de ayer nos dejó una imagen inquietante: la presidenta de la Comunidad de Madrid abandonando la sala cuando el lehendakari comenzó su intervención en euskera. Un gesto que no solo fue llamativo, sino que desnuda las tensiones cada vez más evidentes entre las formas y los fondos en la política territorial española.

Hablemos claro: utilizar un idioma cooficial en un foro de coordinación autonómica, donde se sabe que la mayoría no lo entiende, no es solo una afirmación cultural. Es, en muchos casos, una provocación calculada. Un gesto político más que comunicativo. Porque si realmente se quisiera dialogar, ¿no sería más efectivo usar un idioma común, aunque exista ese derroche que pagamos TODOS que es la traducción simultánea? La palabra pierde su fuerza cuando no busca ser comprendida, sino marcar territorio.

Dicho esto, lo que hizo la presidenta de Madrid no se queda corto. Marcharse, en lugar de permanecer y pedir respeto institucional o exigir traducción, es una falta de educación política. Una reacción que no eleva el debate, sino que lo empobrece aún más.

Estamos ante una escena donde todos pierden: el que convierte el idioma en una trinchera simbólica y el que responde a esa provocación con una huida escénica. La política, que debería basarse en el entendimiento, se convierte en una competición de gestos vacíos.

Y mientras tanto, los ciudadanos, una vez más, vemos cómo los responsables públicos usan la diversidad lingüística no como puente, sino como arma. Y eso, en un país que presume de pluralidad, debería preocuparnos profundamente.

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