sábado, 31 de mayo de 2025

¿Es España una democracia madura?


 


 La madurez de una democracia no solo se mide por la existencia de elecciones libres o por tener sus instituciones consolidadas, sino también por la actitud crítica, informada y responsable de su ciudadanía: la forma en que vota, la tolerancia (o intolerancia) frente a la corrupción, la capacidad de análisis crítico ante la información política y su reacción frente a la manipulación emocional de los discursos.En el caso de España, aunque las estructuras democráticas están consolidadas (hasta hace poco al menos eso pensábamos), persisten interrogantes sobre la madurez del electorado y su tolerancia hacia prácticas como la corrupción. Y voy a intentar darles respuesta: 
 

🗳️ ¿Votamos con madurez en España?

Diversos estudios indican que la decisión de voto en España no siempre se basa en programas o ideologías sólidas. A menudo se asume que el voto es una decisión racional. Sin embargo,  muchos ciudadanos eligen en función de criterios emocionales o superficiales: la apariencia del líder, su habilidad retórica, su presencia en redes sociales o televisión, y las filias culturales.

Un estudio de Thinking Heads sobre la reputación del líder político en España (2025) concluye que la percepción pública —más que el programa electoral— determina la simpatía hacia los candidatos y puede influir significativamente en la intención de voto, a veces por encima de las propuestas concretas o de los resultados que hayan obtenido en legislaturas previasThinking Heads

⚖️ Corrupción: ¿una práctica tolerada?

A pesar de los numerosos escándalos de corrupción que han salpicado la política española, muchos ciudadanos continúan votando por partidos implicados. Esto sugiere una cierta normalización de estas prácticas. Según un estudio universitario reciente, la tolerancia a la corrupción ha aumentado en España entre 2017 y 2023, evidenciando una creciente aceptación social de estas conductas .Revistas USCSoriaNoticias

🧠 ¿Refleja el votante la madurez democrática?

La madurez democrática implica una ciudadanía informada, crítica y comprometida. Sin embargo, datos recientes revelan que un 17% de los españoles de entre 18 y 34 años considera que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a uno democrático . Esta cifra, en aumento respecto a años anteriores, pone en cuestión la solidez de los valores democráticos entre los jóvenes.ESdiario+1Europa Press+1El País+1ElHuffPost+1

👺 Posverdades: emociones por encima de hechos

¿Cómo influyen las posverdades de los políticos en la ciudadanía?

En la era de la información —y paradójicamente, también de la desinformación— la posverdad se ha consolidado como una herramienta recurrente en el discurso político. Según el Diccionario Oxford, posverdad se refiere a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

En esta era digital, la política ha dejado de estar guiada exclusivamente por los datos. La posverdad —cuando la emoción supera al hecho objetivo— se ha convertido en un arma habitual del discurso político.

Según el I Estudio sobre la desinformación en España (Universidad de Navarra y UTECA, 2022), el 72% de los españoles ha creído alguna vez una noticia falsa, y el 91% cree que la desinformación representa una amenaza para la democracia. (Real Instituto Elcano. (2024). Informe Iberifier: El impacto estratégico de la desinformación en Españarealinstitutoelcano.org/informe-iberifier). 

Además, el Informe Iberifier del Real Instituto Elcano (2024) advierte que los votantes jóvenes son especialmente vulnerables a bulos y relatos emocionales difundidos por redes sociales, sobre todo durante campañas electorales. (Universidad de Navarra y UTECA. (2022). I Estudio sobre la desinformación en Españaunav.edu/estudio-desinformacion.pdf). 

¿Se cree las posverdades el votante español?

La respuesta, aunque incómoda, es que sí, en muchos casos la ciudadanía acoge la posverdad sin un análisis crítico suficiente. Esto se debe a varios factores:

  • Sesgo de confirmación: Las personas tienden a creer afirmaciones que refuerzan sus ideas previas, aunque sean falsas. Un votante de un partido puede dar por buena una mentira si esta beneficia a “los suyos” o perjudica a los adversarios.

  • Exceso de información y fatiga informativa: El ciudadano promedio se enfrenta a un volumen abrumador de noticias. En este entorno, lo emocional y llamativo —aunque falso— cala más fácilmente que lo complejo y riguroso.

  • Pérdida de confianza en medios y expertos: Según el Eurobarómetro de 2024, más del 60% de los españoles desconfía de los medios tradicionales. Esta desconfianza crea un caldo de cultivo donde las afirmaciones infundadas, repetidas en redes sociales o por líderes carismáticos, pueden adquirir rango de verdad.

  • Estrategias deliberadas de los partidos: Algunos políticos han aprendido que la corrección factual no siempre importa. Lo importante es instalar un relato, aunque sea engañoso. Este fenómeno se ha documentado tanto en la izquierda como en la derecha española.

Ejemplos recientes en España

  • Declaraciones sobre inmigración exagerando su vinculación con el crimen.

  • Afirmaciones falsas sobre el coste de políticas sociales o el déficit del Estado.

  • Reescrituras simplificadas (y muchas veces erróneas) del pasado reciente, como los discursos sobre la transición, la memoria histórica o la pandemia.

Consecuencias

  • Polarización: Las posverdades no solo desinforman, sino que dividen. Generan realidades paralelas, donde los votantes ya no debaten hechos, sino creencias irreconciliables.

  • Desmovilización crítica: Cuando todo es opinable, incluso lo evidente, se diluye el sentido de responsabilidad democrática. ¿Para qué informarse si “cada uno tiene su verdad”?



💩Corrupción: ¿un mal sistémico aceptado?

Una de las paradojas más llamativas de la democracia española es la tolerancia electoral hacia la corrupción. A pesar de que los medios y la justicia han destapado miles de casos —muchos de ellos vinculados a partidos mayoritarios—, no siempre hay castigo en las urnas.

Un estudio universitario reciente (Soler, R. (2025). La tolerancia a la corrupción ha aumentado en España... y este estudio universitario lo demuestrasorianoticias.com/estudio-corrupcion-espana)  revela que esta permisividad puede deberse a un fenómeno cultural: la normalización de la “pequeña corrupción”. Es decir, prácticas como enchufar a un familiar, saltarse una cola, o falsear un justificante, no se ven como delitos sino como “trucos del sistema”. Este patrón podría proyectarse, inconscientemente, sobre la percepción de la corrupción política.

🧩Conclusión: ¿una democracia consolidada o degradada?

España cuenta con una estructura democrática estable y una ciudadanía movilizada, pero la madurez democrática todavía enfrenta desafíos:

  • Votantes que eligen sin un análisis riguroso.

  • Tolerancia a la corrupción.

  • Vulnerabilidad frente a las emociones, bulos y narrativas manipuladoras.

La democracia no solo se defiende con votos, sino con educación cívica, pensamiento crítico y responsabilidad colectiva.

España había logrado consolidar sus instituciones democráticas desde la Transición. Sin embargo, la madurez de su democracia se ve desafiada por una nueva clase política que venía a limpiar todo de fango y ha terminado enfangándolo todo y por una ciudadanía que, en ocasiones, prioriza factores superficiales en su decisión de voto y muestra una preocupante tolerancia hacia la corrupción. Para fortalecer la democracia, es esencial fomentar una cultura política basada en la información, la ética y la participación activa. En caso contrario, considerémomos bolivarianos. 

martes, 13 de mayo de 2025

Qué es un catavinos? Una guía para noveles

Si alguna vez visitas Córdoba y pides “una copa de vino”, probablemente no recibirás lo que esperas. Porque aquí, una “copa” no es simplemente un vaso de vino: es una medida, una costumbre… y tiene nombre propio. Se llama catavinos.

¿Qué es un catavinos?

El catavinos es una copa pequeña, de cristal fino, alargada y estrecha, que se diseñó originalmente para catar vinos. De hecho, su nombre proviene de “catar” (probar, saborear) y “vinos”. Su forma ayuda a concentrar los aromas del vino y a que llegue al paladar de forma elegante. Tiene una capacidad de unos 90 ml, lo que equivale, en Córdoba, a lo que se llama una copa.

¿Y qué es un medio?

Cuando alguien en Córdoba pide un medio, se está refiriendo a una cantidad mayor: el doble que un catavinos, es decir, unos 180 ml. No tiene nada que ver con un vaso “a medio llenar”, sino que es una medida establecida desde hace décadas en las tabernas de la ciudad.

Estas unidades de medida no son casuales. Están profundamente ligadas a la cultura del tapeo, a la forma de socializar y disfrutar del vino de forma pausada y compartida. Pocas veces verás una copa de vino grande y desbordante en Córdoba: aquí se bebe en pequeñas dosis, con atención y conversación.

Catavinos clásico vs. moderno

Hoy en día existen dos versiones del catavinos:

  1. El clásico: esbelto, de cristal fino, con tallo. Se asocia a la tradición y a las tabernas más antiguas. Es la copa que usaban los catadores profesionales y que en Córdoba se adoptó como medida habitual en el día a día. Beber en un catavinos clásico es una forma de honrar esa tradición.

  1. El moderno: más robusto, de vidrio más grueso, a veces sin tallo. Es más resistente y práctico, pensado para un uso más funcional en bares actuales. Mantiene la capacidad, pero pierde parte del encanto visual y ritual del clásico.

En este blog, apostamos por el catavinos clásico, porque creemos que en su sencillez se esconde una forma única de entender el vino y la vida en Córdoba.

¿Por qué la UE nos recomienda tener un kit de supervivencia? Una mirada desde España

En los últimos meses, la Unión Europea ha comenzado a recomendar oficialmente que los ciudadanos tengan preparado un kit de emergencia o supervivencia en casa. La idea, que puede parecer alarmista para algunos, nace de una preocupación creciente por posibles interrupciones en servicios básicos: cortes de electricidad, fallos en el suministro de agua, o incluso conflictos geopolíticos que puedan afectar nuestra vida diaria. Pero, ¿y si en España esta recomendación tiene aún más sentido?

Una España con servicios públicos cada vez más deteriorados

Cualquiera que use el transporte público con frecuencia, especialmente la red ferroviaria, habrá notado que los retrasos, las interrupciones injustificadas y las paradas “espontáneas” se están convirtiendo en rutina. Lo más preocupante no es solo la frecuencia, sino el patrón con el que ocurren: en momentos clave, como puentes, fines de semana largos o festividades, cuando más gente se desplaza.

¿Casualidad? ¿Falta de mantenimiento? ¿Desorganización? O tal vez una mezcla de todo eso, aderezada con una profunda crisis de gestión institucional.

¿Qué nos dice realmente la recomendación de la UE?

El mensaje entre líneas es claro: no podemos depender totalmente del sistema. Nos invitan, de forma elegante pero firme, a tomar responsabilidad individual ante posibles escenarios de crisis. En países como Alemania o Suecia, estas prácticas ya son habituales. En España, sin embargo, esta cultura de la previsión brilla por su ausencia… hasta ahora.

¿Qué debería tener un kit de supervivencia básico?

La UE recomienda incluir elementos como:

  1. Agua potable para varios días (al menos 2 litros por persona al día)
  2. Alimentos no perecederos
  3. Linterna con pilas de repuesto
  4. Radio a pilas
  5. Medicamentos básicos y botiquín
  6. Copias de documentos importantes
  7. Cargadores portátiles (power banks)
  8. Ropa de abrigo, velas, encendedores…

En resumen, autonomía temporal ante un posible corte de servicios.

¿Estamos preparados?

La gran pregunta es: ¿España está preparada para una gran interrupción de servicios? Y más importante aún, ¿tú lo estás?

Con una red ferroviaria que no garantiza ni puntualidad ni fiabilidad, una sanidad pública al borde del colapso en varias comunidades, y una gestión política centrada más en el titular que en la solución, tal vez haya llegado el momento de dejar de esperar que “papá Estado” lo resuelva todo por nosotros.

domingo, 11 de mayo de 2025

Más allá de la izquierda y la derecha: ¿necesitamos ideologías?



 


                Vivimos en una época en la que las ideologías políticas clásicas parecen más una camisa de fuerza que un camino hacia la convivencia. Las etiquetas ideológicas se han convertido en trincheras. ¿Es realmente útil seguir identificándonos con una ideología tradicional en pleno siglo XXI?

Las ideologías políticas clásicas: ¿cuántas hay?

A grandes rasgos, podemos identificar las principales ideologías políticas clásicas:

  1. Liberalismo

    • Defensa de las libertades individuales, la propiedad privada y el libre mercado.

    • Ha promovido el crecimiento económico, pero también ha sido criticado por favorecer la desigualdad.

  2. Conservadurismo

    • Valoración del orden, la tradición y la autoridad.

    • Ha dado estabilidad, pero a menudo se ha resistido al progreso social.

  3. Socialismo

    • Busca la igualdad mediante la propiedad colectiva o estatal de los medios de producción.

    • Ha conseguido avances en derechos sociales, pero también ha derivado en regímenes represivos en varios casos.

  4. Comunismo

    • Variante extrema del socialismo, con abolición completa de la propiedad privada.

    • Históricamente asociado a gobiernos autoritarios con millones de víctimas por represión política.

  5. Anarquismo

    • Rechazo del Estado y de toda forma de autoridad impuesta.

    • Idealista y radical, ha tenido poca implementación práctica estable.

  6. Fascismo

    • Nacionalismo extremo, autoritarismo y culto al líder.

    • Responsable directo de guerras, genocidios y represión brutal.

  7. Nacionalismo / Populismo

    • Defensa identitaria del “pueblo” frente a élites o extranjeros.

    • Puede empoderar a sectores olvidados, pero a menudo degenera en exclusión y autoritarismo.

  8. Sanchismo

               Nueva ideología o corriente política dentro del espectro español que merece mención aparte por su impacto reciente y sus matices propios que van más allá de los límites de la socialdemocracia.  

Cada ideología tiene una historia con luces y sombras. Algunas cifras y hechos relevantes:

  • El comunismo, en su aplicación soviética, china o camboyana, dejó decenas de millones de víctimas por represión política, purgas y hambrunas forzadas.

  • El fascismo, especialmente en la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, llevó a la muerte de millones, entre ellos víctimas del Holocausto.

  • El liberalismo económico extremo ha provocado desigualdad social masiva y crisis recurrentes (como la Gran Depresión o la crisis de 2008).

  • El socialismo democrático en países nórdicos ha demostrado que se puede combinar bienestar social con democracia y crecimiento económico.

  • El conservadurismo, cuando ha respetado la democracia, ha logrado cierta cohesión, pero también ha excluido a minorías y frenado derechos civiles.

  • El anarquismo no ha tenido una aplicación estatal duradera para evaluar sus efectos a gran escala.

  • Sanchismo: represión tributaria, falso bienestar y equidad inexistente. Con pactos interesados con los socios enemigos del país. 

Lo cierto es que ninguna ideología ha beneficiado por igual a todas las clases sociales. Algunas, pocas, han promovido movilidad social o reducción de la pobreza, pero siempre a costa de restricciones en otras áreas. Y algunas han dejado, y siguen dejando un reguero de muerte. 

Opinión: La ideología como corsé mental

Las ideologías nacieron como intentos de interpretar el mundo y proponer soluciones colectivas. Sin embargo, hoy más que nunca parecen sistemas cerrados que filtran la realidad en lugar de comprenderla.

Una ideología puede convertirse en un corsé que limita nuestra capacidad de diálogo, aprendizaje y evolución. Nos hace desconfiar de ideas ajenas aunque sean razonables, solo porque "vienen del otro lado". Nos obliga a encajar la realidad en teorías prefabricadas, en lugar de adaptar nuestras ideas a la realidad.

¿Una democracia sin partidos ideológicos?

¿Qué pasaría si imagináramos una democracia donde no existieran partidos ideológicos tradicionales?

Una democracia basada en el pragmatismo, la evidencia y el consenso ciudadano, en lugar de en dogmas heredados. Donde los representantes fueran elegidos por su capacidad de resolver problemas concretos, y no por su alineación con un programa cerrado.

No sería una utopía fácil de alcanzar, pero tal vez ya es momento de comenzar a debatir cómo desideologizar la política. Tal vez el futuro no está en elegir entre "izquierda o derecha", sino en crear un espacio donde todas las soluciones inteligentes y justas tengan cabida, vengan de donde vengan.


viernes, 9 de mayo de 2025

28 de abril de 2025, 12:33 – El Gran Apagón de España no solo fue eléctrico.

El 28 de abril de 2025, a las 12:33 del mediodía, millones de personas en España quedaron sin electricidad. Fue un apagón súbito que afectó a infraestructuras críticas, viviendas, negocios y hospitales. Aunque la luz volvió en menos de 24 horas, el simbolismo fue inmediato: España ya vivía apagada en otros muchos frentes.

Democracia, economía, sanidad, educación… El corte eléctrico solo evidenció lo que ya sentíamos: una desconexión general, una fatiga de sistema. Lo de ese lunes inolvidable fue un recordatorio brutal y visual: todo puede fallar a la vez.


1. Apagón democrático: el sistema se tambalea aunque haya luz

Aunque el CGPJ ya fue renovado —tras años de bloqueo—, el desgaste institucional sigue presente. La crispación política, la falta de consenso duradero y la judicialización de la vida pública han generado una fatiga democrática evidente.

Ejemplo: La espectacular decisión del presidente del Gobierno de “parar por amor y reflexionar” durante cinco días ante una campaña mediática personal —por legítima que fuera— generó un vacío político sin precedentes. Las instituciones funcionaron, sí, pero lo hicieron con el país en tensión y con la sensación de que cualquier chispa puede provocar un cortocircuito institucional.

El Parlamento se ha convertido en un campo de batalla verbal. El respeto mutuo entre adversarios políticos ha sido sustituido por la descalificación permanente. Y la ciudadanía observa, cada vez más, desde la distancia. Aún más cuando el Presidente del Gobierno dijo que gobernaría sin el poder legislativo, como posteriormente se está confirmando ya que la sede de la soberanía popular es tratada como un simple klinex.


2. Apagón económico: crecimiento sin alivio

A las 12:33 se fue la luz, pero para muchas familias la factura ya era insoportable incluso con ella encendida. Los datos macroeconómicos hablan de recuperación, pero la vida cotidiana cuenta otra historia: sueldos bajos, inflación persistente, alquileres prohibitivos, imposibilidad de compra de viviendas.

Ejemplo: La cesta de la compra se ha encarecido de forma sostenida. Un salario medio ya no basta para cubrir vivienda, suministros y necesidades básicas en muchas ciudades. La juventud sufre una precariedad crónica y muchos titulados siguen marchándose al extranjero ante la falta de oportunidades reales.

Mientras tanto, los beneficios récord de algunas grandes empresas conviven con una clase media cada vez más exprimida. Hay crecimiento, sí. Pero para muy pocos.


3. Apagón sanitario: la urgencia silenciosa

Ese día, los hospitales recurrieron a generadores. Pero la sanidad pública ya venía funcionando con luz de emergencia desde hace años. Los problemas no son nuevos, pero se agravan.

Ejemplo: Las listas de espera para consultas especializadas o intervenciones quirúrgicas superan cifras históricas. La atención primaria está al borde del colapso en varias comunidades. Y los profesionales sanitarios denuncian sobrecarga, falta de inversión y abandono institucional.

La sanidad, uno de los pilares del Estado del bienestar, pierde calidad y accesibilidad. Con profesionales mal pagados y mal tratados. Y lo peor: la brecha entre quienes pueden pagar una póliza privada y quienes no, crece cada día.


4. Apagón educativo: una escuela que funciona con piloto automático

Las aulas también sufrieron cortes de luz aquel 28 de abril, pero lo más preocupante es lo que ocurre aunque estén iluminadas: una educación que cada vez forma menos y uniforma más.

Ejemplo: Las reformas educativas recientes han priorizado la flexibilidad, pero han dejado desorientación en su lugar. La posibilidad de titular con asignaturas suspensas ha debilitado el valor del esfuerzo. Muchos docentes sienten que su trabajo se ha convertido en pura burocracia y gestión del caos.

Los resultados de informes internacionales —como PISA— muestran retroceso en competencias clave. Y el acceso a una educación de calidad sigue dependiendo demasiado del código postal porque la educación pública toca fondo.


Epílogo: ¿Y si el apagón fue un espejo?

A las 12:33, por unos minutos, España se detuvo. Pero quizás lo más inquietante no fue la oscuridad, sino lo que alcanzamos a ver en ella. Que las estructuras que nos sostienen están debilitadas. Que la desconfianza, la precariedad y el agotamiento están demasiado normalizados.

No bastará con reactivar los generadores. Hace falta reconectar con un proyecto de país. Con instituciones más limpias, con políticas que miren al largo plazo, con una economía que reparta, una sanidad que cuide y una educación que forme.

La luz volvió. Pero, ¿y el rumbo?

miércoles, 7 de mayo de 2025

El galgo de Paiporta

En el escenario político español ha emergido una figura que no necesita presentación entre los que aún conservan memoria y sentido crítico: el galgo de Paiporta. Un personaje cuya única carrera no ha sido ganada por méritos ni por convicciones democráticas, sino por el arte del engaño, la manipulación y la sed insaciable de poder. Narcisista empedernido, autócrata disfrazado de demócrata, fabricante incansable de bulos, y completamente impermeable a la empatía social, este galgo no corre por el pueblo: corre del pueblo.

A su alrededor, se ha rodeado de una jauría de podencos. Individuos sin más currículum que su lealtad ciega. Sin estudios, sin méritos propios, pero con el olfato suficiente para saber que la sombra del galgo les da calor y les mantiene el puesto. Actúan como loros programados, repitiendo cada mañana las consignas dictadas desde la madriguera de poder, sin cuestionar, sin pestañear, sin pensar.

Este liderazgo ha dejado un rastro de decisiones tan dañinas como vergonzosas. España ha permanecido a la cola del paro, mientras el galgo corre entre flashes y titulares manipulados. Durante la pandemia, mintió sobre la existencia de un supuesto “comité de expertos” que nunca existió, vendiendo seguridad cuando solo había improvisación. Su maquinaria legal ha dado alas a leyes que han liberado a violadores y pederastas, un bochorno sin precedentes.

Y cuando las tragedias golpearon a ciudadanos de carne y hueso —el volcán de La Palma, la Dana en Valencia— las ayudas llegaron, sí, pero con cuentagotas, como si la miseria pudiera esperar al calendario electoral.

Pero lo más grave de todo es que el galgo no ama a su país. O al menos, no al país completo. Su más reciente traición es la ley de amnistía a los golpistas secesionistas, una humillación legal y moral para quienes aún creemos en la igualdad y en el respeto a la ley.

El galgo de Paiporta no corre por el bien común. Corre por su supervivencia política, arrastrando consigo una corte de palmeros y dejando tras de sí un país dividido, desencantado y, sobre todo, herido.

lunes, 5 de mayo de 2025

¿Merecerlo o conocer a alguien? La erosión de la meritocracia en España.

 

En una sociedad democrática moderna, los cargos técnicos deberían estar ocupados por los más capacitados. Sin embargo, en España asistimos a una preocupante tendencia: la sustitución de la meritocracia por el amiguismo y las afinidades políticas. Esta práctica no solo debilita nuestras instituciones, sino que manda un mensaje devastador a quienes se esfuerzan por formarse: “no importa lo que sabes, sino a quién conoces”.

El valor de la meritocracia

La meritocracia es la idea de que las oportunidades y responsabilidades deben asignarse en función del talento, la preparación y el esfuerzo. Es la base de sistemas educativos sólidos, administraciones eficientes y empresas competitivas. Cuando se respeta, la meritocracia garantiza que las decisiones públicas sean tomadas por personas competentes, formadas y responsables.

En puestos técnicos —como los relacionados con la gestión de emergencias, las infraestructuras críticas, la administración sanitaria o educativa, entre otros— esta idea no es un lujo, sino una necesidad. Sin conocimiento y experiencia, el riesgo de errores graves se multiplica.

El deterioro visible en España

En los últimos años, varios nombramientos han despertado la indignación de expertos y ciudadanos por su falta de justificación técnica. Entre los más recientes:

  • La Consejera de Emergencias de la Comunidad  Valenciana durante la crisis por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos): una persona sin experiencia en gestión de emergencias ni formación específica, colocada por afinidad política. El resultado: descoordinación y errores en plena emergencia.

  • La presidenta de Red Eléctrica Española, designada sin experiencia previa en el sector energético, en un momento donde la estabilidad eléctrica y la transición energética requieren liderazgo técnico riguroso. Días después, se produjo un apagón que dejó sin suministro a miles de personas. Aunque no se le atribuya la culpa directa, la percepción pública sobre su idoneidad quedó en entredicho.

  • El hijo del presidente del Tribunal Constitucional contratado por Telefónica, en un contexto donde la ética institucional exige evitar toda apariencia de trato de favor. ¿Qué mensaje se transmite al ciudadano medio que lucha por entrar en el mercado laboral por méritos propios?

 Y no debemos pasar por alto que esta práctica se extiende también a niveles más bajos de nuestra sociedad. Cada vez son más los cargos —y carguitos— que se reparten entre afines, acompañados de su habitual séquito de asesores. Personas que, en muchos casos, ocupan y se atrincheran en puestos que no han ganado por mérito, esfuerzo ni dedicación. En el peor de los casos, hablamos de individuos completamente ajenos a las competencias necesarias para el cargo que se les ha asignado —o más bien regalado—.

Consecuencias preocupantes

Las consecuencias de estas prácticas no son anecdóticas ni aisladas:

  • Instituciones ineficientes: cuando los responsables no tienen preparación, las decisiones son lentas, erráticas o ineficaces. La calidad del servicio público se deteriora.

  • Desmotivación profesional: empleados públicos preparados ven cómo los ascensos no dependen del esfuerzo ni del rendimiento, sino de la cercanía al poder. Esto genera apatía y fuga de talento.

  • Desafección ciudadana: si los ciudadanos perciben que sus instituciones están dirigidas por "enchufados", la confianza en el sistema se erosiona. La política se ve como un club cerrado, no como una herramienta al servicio del bien común.

La educación y la cultura del esfuerzo, en jaque

Uno de los efectos más graves y silenciosos es el impacto sobre los jóvenes. ¿Qué incentivo tiene un estudiante brillante si observa que los mejores puestos no se ganan con esfuerzo, sino con contactos?

Esta cultura del "enchufe" no solo bloquea el ascenso social, sino que desincentiva la excelencia. El mensaje implícito es devastador: “no importa cuánto te prepares, lo que cuenta es a quién conoces”. Así, condenamos a generaciones enteras a la resignación o la emigración.

¿Qué se puede hacer?

La solución no es sencilla, pero sí urgente. Algunas medidas clave podrían ser:

  • Reformar los sistemas de designación pública, exigiendo criterios técnicos verificables para todos los cargos de responsabilidad.

  • Transparencia absoluta en los nombramientos, con acceso público a los currículos y méritos de los candidatos.

  • Evaluaciones independientes y concursos abiertos para los cargos intermedios y directivos.

  • Concienciación ciudadana y presión mediática: como ciudadanos debemos exigir responsabilidad y oponernos activamente al nepotismo.


España no puede permitirse que la mediocridad gane terreno por decreto. Recuperar la meritocracia no es una cuestión ideológica, sino de supervivencia institucional y de justicia para quienes cada día se esfuerzan por construir un país mejor.

Y que nuestros jóvenes no puedan decirnos "¿tanto estudiar para que el listo de turno, el candidato amigo, el militante del partido nos pase por encima por el morro?No somos tontos"

viernes, 2 de mayo de 2025

¿Por qué recordamos más a los mediáticos que a quienes cambian el mundo? El caso de Manolo ‘el del Bombo’

 


La muerte mediática y la memoria selectiva: reflexiones tras el fallecimiento de Manolo ‘el del Bombo’

El reciente fallecimiento de Manolo ‘el del Bombo’(D.E.P), ha provocado una ola de homenajes en toda España. Figura carismática del fútbol nacional, animador incansable desde 1982, su imagen está vinculada emocionalmente a la afición española. Sin embargo, su despedida mediática plantea una reflexión más profunda: ¿por qué la sociedad española recuerda con tanta fuerza a figuras populares, mientras olvida a quienes han aportado avances decisivos a la humanidad?


El contraste silencioso: científicos ignorados

Mientras los titulares se centran en figuras como Manolo, hay otras muertes recientes que apenas se han mencionado:


  • Margarita Salas (2019): pionera en biología molecular, desarrolló una enzima esencial en la biotecnología moderna.
  • Santiago Grisolía (2022): bioquímico de prestigio mundial, fue clave en el impulso de la ciencia en España.
  • Ricardo Insausti (2024): experto en neurociencia y Alzheimer, con reconocimiento internacional.
  • Miguel Alario Franco (2024): líder en química del estado sólido, presidente de la Real Academia de Ciencias.



Estas personas cambiaron el mundo desde la discreción, sin focos, sin trending topics. Y sin embargo, su pérdida no provocó el mismo eco popular.


¿Qué explica esta disparidad?


  • La cercanía emocional: las figuras mediáticas están presentes en nuestra vida diaria, en televisión, redes, prensa… generan familiaridad.
  • La dificultad del conocimiento científico: sus logros suelen ser técnicos y poco accesibles, y rara vez se traducen en relatos comprensibles.
  • La escasa cultura científica: en España aún no se ha integrado la ciencia como parte del imaginario social.

Un apunte simbólico: ¿por qué “La Roja”?


Como detalle que refuerza esta mirada crítica, incluso el nombre popular de la selección española, “La Roja”, merece una revisión. A mi modo de ver, se trata de una denominación tendenciosa, cuando el uniforme tradicional del equipo incluye tanto el rojo como el azul. Esta simplificación simbólica no es inocente, y forma parte de una tendencia más amplia de reducir lo complejo a lo emocionalmente eficaz, aunque sea a costa de la precisión y la pluralidad.


Conclusión: una memoria más justa


Es importante rendir tributo a quienes aportan alegría y color a la vida cotidiana. Pero también lo es reconocer y celebrar a quienes hacen avanzar el conocimiento y la humanidad. Ambos merecen respeto, pero el silencio hacia los segundos refleja un desequilibrio cultural que conviene corregir.



Recordar a Manolo ‘el del Bombo’ es recordar la pasión. Recordar a Margarita Salas o a Grisolía es recordar el progreso. Y una sociedad madura debe ser capaz de honrar ambos legados… sin olvidar cuál de ellos nos sostiene de verdad.

F. Javier Montero Pérez

Médico, investigador y autor cientifico.