miércoles, 2 de julio de 2025

¿Casualidad o patrón? Cada crisis política, un caos ferroviario

No es la primera vez que pasa. Y cada vez que ocurre, se repite el mismo guion: tensión política en el gobierno y, acto seguido, colapso ferroviario. Trenes parados, sistemas que “fallan”, comunicaciones interrumpidas, caos generalizado… y lo más inaceptable: personas encerradas durante 12 o 15 horas, sin agua, sin información, sin una salida clara.

¿Dónde está el protocolo de rescate?

Una cosa es una avería. Otra muy distinta es la total ausencia de un plan de actuación para asistir a los usuarios atrapados. No hay un protocolo público que garantice el rescate rápido y seguro de quienes quedan varados. ¿Cómo puede ser que, en pleno 2025, cientos de personas queden olvidadas en vagones durante horas sin ninguna respuesta institucional?

Esto no es un simple retraso. Es un abandono en toda regla.

¿Estamos siendo castigados?

Ante la repetición del patrón, la pregunta se impone: ¿el ciudadano está pagando el precio de la inestabilidad política? ¿Es esto una forma encubierta de castigo o presión, una muestra más de que el sistema no protege a quienes lo sostienen? La sensación de fondo es esa: mientras los dirigentes se pelean, es el ciudadano quien sufre en silencio, atrapado en un vagón sin salida.

Exigimos responsabilidad. Exigimos respeto.

La política no puede seguir siendo la excusa del deterioro de los servicios públicos. El transporte ferroviario es un derecho, no un lujo. Y quienes lo usamos a diario no podemos ser rehenes de la incompetencia o de las guerras internas del poder.

Ya basta de improvisar. Ya basta de mirar para otro lado. Lo que se necesita no es un parche ni una rueda de prensa: se necesita un protocolo de rescate inmediato, inversiones reales y un compromiso serio con los ciudadanos. Porque lo que está pasando no es casualidad. Y desde luego, no es normal.

jueves, 26 de junio de 2025

El Tribunal Constitucional y la Ley de Amnistía: ¿Quién vigila a los vigilantes?

El Tribunal Constitucional español ha vuelto a estar en el centro del debate político y jurídico tras avalar recientemente la controvertida ley de amnistía. Más allá del contenido de esta norma —que pretende cerrar heridas del procés independentista catalán—, lo que ha encendido las alarmas es el papel del propio Tribunal: ¿puede un órgano que decide sobre los límites del Estado de Derecho hacerlo sin unanimidad? ¿No se resquebraja su legitimidad cuando sus fallos reflejan más la polarización política que el consenso constitucional?

La esencia del Tribunal Constitucional

El Tribunal Constitucional no es un tribunal ordinario. Es el intérprete supremo de la Constitución. En teoría, su función es garantizar que las leyes y actuaciones del poder público respeten los principios constitucionales, siendo un órgano independiente, técnico y despolitizado. Su razón de ser es actuar como árbitro neutral cuando los demás poderes del Estado se exceden en sus funciones o vulneran derechos fundamentales.

Pero en la práctica, ese ideal parece cada vez más lejano.

¿Un Tribunal dividido puede proteger la Constitución?

En un país donde la Constitución es la base de convivencia democrática, resulta paradójico que su guardián actúe dividido casi de forma crónica. El reciente aval a la ley de amnistía ha salido adelante con una ajustada mayoría de 7 a 4, reflejando las afinidades ideológicas de los magistrados más que un consenso jurídico sólido.

Esto plantea una inquietud profunda: si la interpretación de la Constitución cambia según la mayoría de turno, el Tribunal deja de ser un garante neutral y se convierte en un actor político más. ¿Dónde queda entonces la seguridad jurídica? ¿Qué confianza puede tener la ciudadanía en un órgano que parece replicar la polarización parlamentaria?

¿Deben elegir los políticos a los jueces constitucionales?

En España, los miembros del Tribunal Constitucional son designados por el Congreso, el Senado, el Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial, todos ellos con fuerte peso político. Aunque la intención era asegurar un equilibrio institucional, el resultado ha sido que los magistrados acaban siendo etiquetados como “progresistas” o “conservadores”, según quién los haya propuesto.

Esta lógica partidista erosiona la legitimidad del Tribunal. En lugar de velar por los derechos y el orden constitucional con imparcialidad, parece que algunos magistrados actúan como prolongaciones ideológicas de los partidos que los han promovido. Esto debilita no solo al Tribunal, sino al conjunto del sistema democrático.

¿Es viable la unanimidad?

Exigir unanimidad en todas las decisiones podría parecer una solución, pero también tiene sus riesgos. El consenso forzado puede llevar a decisiones diluidas o ineficaces. Sin embargo, en cuestiones de especial trascendencia constitucional —como una amnistía con implicaciones estructurales para el Estado—, una decisión por consenso o al menos por mayoría cualificada debería ser obligatoria.

La falta de un mínimo acuerdo entre los magistrados no solo evidencia un fallo institucional, sino que proyecta una imagen de fractura constitucional que mina la confianza ciudadana.

Conclusión: el dilema de una democracia madura

En una democracia madura, los contrapesos institucionales deben estar por encima de la lógica partidista. El Tribunal Constitucional debería ser un refugio de neutralidad jurídica, no una arena más del combate político. Reformar su sistema de elección, blindar su independencia y fomentar la cultura del consenso en sus decisiones son pasos urgentes para devolverle el prestigio y la autoridad que el país necesita.

Porque, al final, si el Tribunal Constitucional no puede proteger la Constitución sin ser sospechoso de parcialidad, ¿quién queda para defender la democracia?.

miércoles, 25 de junio de 2025

Elogio de la lectura: el arte de habitar otros mundos, otras mentes

En un mundo cada vez más acelerado, donde el tiempo parece desvanecerse entre notificaciones, correos y pantallas brillantes, la lectura permanece como un refugio silencioso. Leer no es simplemente decodificar palabras: es una forma de habitar otros mundos, de encontrarnos a nosotros mismos en personajes inventados, de viajar sin movernos y pensar sin hablar.

🧠 Leer: un acto de libertad

Leer es un acto profundamente humano. Nos permite salir de nosotros mismos para vivir otras vidas, comprender otras realidades y reflexionar sobre la nuestra. Como dijo Jorge Luis Borges:

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.”

El poder de la lectura radica en su capacidad de transformarnos desde adentro. Es una revolución silenciosa que moldea nuestra mente y sensibilidad. No hay lector que sea el mismo antes y después de un buen libro.

📖 Papel vs. Pantalla: ¿realmente importa?

Vivimos una época de transición entre la lectura tradicional y la digital. Aunque ambos formatos tienen sus ventajas, la experiencia de lectura cambia profundamente según el soporte.

📜 Leer en papel

Leer en papel involucra una relación física e íntima con el libro. El olor de las páginas, el peso en las manos, la posibilidad de subrayar, doblar una esquina o dejar un separador… son gestos que crean un vínculo emocional con el texto. Además, si el libro es usado las reseñas de anteriores lecturas enriquecen la propia.

Diversos estudios han mostrado que la lectura en papel mejora la comprensión lectora y la retención de información, sobre todo en textos largos o complejos. El papel no nos distrae: no vibra, no notifica, no deslumbra.

💻 Leer en pantalla

La lectura en pantalla, en cambio, ofrece portabilidad y acceso casi ilimitado a información. Podemos llevar cientos de libros en un solo dispositivo, ajustar el tamaño del texto, buscar palabras clave, y marcar sin dañar el archivo. Pero también corremos el riesgo de caer en la lectura superficial o fragmentaria, atrapados por la tentación de otras aplicaciones abiertas.

Como señala la investigadora Maryanne Wolf:

“Estamos perdiendo la capacidad de lectura profunda; leer en pantalla nos empuja hacia una lectura más rápida, menos reflexiva.”

No se trata de rechazar la tecnología, sino de aprender a usarla sin sacrificar lo esencial: la conexión profunda con el texto y con nosotros mismos.

🕯 Citas que celebran la lectura

De la numerosas frases memorables que rinden tributo a la lectura, me quedo con tres:

  1. Franz Kafka: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.”
  2. Emily Dickinson: “No hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas.”
  3. Carl Sagan: “Un libro es prueba de que los humanos son capaces de hacer magia.”

🌱 Leer para crecer

Leer no es solo un hábito: es una forma de vida. En un tiempo donde reina la inmediatez, leer nos invita a la pausa. A la contemplación. A la profundidad.

Sea en papel o en pantalla, leer es un acto de resistencia contra la superficialidad. Nos permite ese pensar profundo que alimenta el alma y nos da paz y sosiego. Un acto que nos humaniza.

Leamos, entonces, no para matar el tiempo, sino para dar vida a nuestro tiempo.

📌 ¿Leer para olvidar… sirve de algo?

Es común terminar un libro, pasar los meses o los años, y darse cuenta de que uno apenas recuerda la trama o los nombres de los personajes. Y no es baladí pensar ¿Fue tiempo perdido? En absoluto. Aunque el contenido explícito desaparezca de la memoria consciente, la lectura deja efectos duraderos:

🔍 ¿Qué dicen los expertos?

  1. Pierre Bayard, crítico literario francés, escribió el provocador libro “Cómo hablar de los libros que no se han leído”. En él afirma que incluso los libros que hemos olvidado o leído parcialmente influyen en nosotros. Lo importante no es recordar cada detalle, sino cómo ese libro amplía nuestro horizonte intelectual, emocional o imaginativo.
  2. “Olvidar un libro no significa que haya dejado de formar parte de uno.”
  3. Maryanne Wolf, neurocientífica experta en lectura, ha demostrado que leer modifica la arquitectura del cerebro, fomentando la empatía, la comprensión profunda y el pensamiento crítico. Estas capacidades pueden permanecer incluso cuando se olvidan las historias concretas.
  4. La teoría del conocimiento implícito en psicología sugiere que, aunque olvidemos datos concretos, el saber se “fija” en formas de pensamiento, asociaciones, sensibilidad estética o habilidades lingüísticas.

🌱 Lecturas que nos transforman más allá del recuerdo

Cuando leemos, no solo absorbemos información. También:

  1. Aprendemos a empatizar con otras perspectivas.
  2. Desarrollamos la paciencia y la concentración.
  3. Afinamos nuestro sentido del lenguaje, el ritmo, el estilo.
  4. Interiorizamos estructuras narrativas, imágenes, ideas… aunque no podamos citarlas luego con precisión.

Como decía Italo Calvino:

“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”

Incluso olvidado, un buen libro deja marcas invisibles que nos acompañan. Como un sueño del que no recordamos nada, pero que nos cambió el humor o el pensamiento durante días.

Aunque el paso del tiempo borre los nombres, tramas o frases de los libros que leímos, el poso que deja la lectura no se pierde. Cada libro leído —recordado o no— deja una huella en nuestra forma de ver, sentir y pensar. No se trata solo de retener, sino de haber sido transformados. Porque como también decía Borges:

“Uno no es lo que recuerda, sino lo que ha leído.”

sábado, 7 de junio de 2025

Cuando el idioma se convierte en provocación

La Conferencia de Presidentes de ayer nos dejó una imagen inquietante: la presidenta de la Comunidad de Madrid abandonando la sala cuando el lehendakari comenzó su intervención en euskera. Un gesto que no solo fue llamativo, sino que desnuda las tensiones cada vez más evidentes entre las formas y los fondos en la política territorial española.

Hablemos claro: utilizar un idioma cooficial en un foro de coordinación autonómica, donde se sabe que la mayoría no lo entiende, no es solo una afirmación cultural. Es, en muchos casos, una provocación calculada. Un gesto político más que comunicativo. Porque si realmente se quisiera dialogar, ¿no sería más efectivo usar un idioma común, aunque exista ese derroche que pagamos TODOS que es la traducción simultánea? La palabra pierde su fuerza cuando no busca ser comprendida, sino marcar territorio.

Dicho esto, lo que hizo la presidenta de Madrid no se queda corto. Marcharse, en lugar de permanecer y pedir respeto institucional o exigir traducción, es una falta de educación política. Una reacción que no eleva el debate, sino que lo empobrece aún más.

Estamos ante una escena donde todos pierden: el que convierte el idioma en una trinchera simbólica y el que responde a esa provocación con una huida escénica. La política, que debería basarse en el entendimiento, se convierte en una competición de gestos vacíos.

Y mientras tanto, los ciudadanos, una vez más, vemos cómo los responsables públicos usan la diversidad lingüística no como puente, sino como arma. Y eso, en un país que presume de pluralidad, debería preocuparnos profundamente.

miércoles, 4 de junio de 2025

Mucho se habla de los malos líderes, pero… ¿y los malos trabajadores?

En los debates sobre el mundo laboral, los focos suelen centrarse —y con razón en muchos casos— en los malos líderes: jefes tóxicos, gestores ineficaces, superiores autoritarios o incompetentes. Pero hay un grupo que pasa bajo el radar, del que se habla poco o nada, quizás porque no hace tanto ruido, pero cuya influencia negativa es igual de corrosiva: el de los malos trabajadores.

Sí, existen. Son esos especímenes que no destacan por su talento ni por su ética laboral. Vagancia crónica, apatía como filosofía de vida, cero compromiso. Son los que cuentan los minutos para salir antes de haber llegado, los que acumulan bajas con sospechosa regularidad, los que no aportan valor, pero tampoco conflictos… justo lo suficiente para flotar sin que nadie los cuestione abiertamente.


En el sector privado, con algo de suerte, tarde o temprano el sistema los expulsa. Pero en el ámbito público, donde la estabilidad laboral es una fortaleza que a veces se convierte en refugio de la mediocridad, no solo sobreviven… prosperan. ¿El colmo? Que muchas veces, por no molestar, por no destacar ni en lo malo, son los primeros en ser los promocionados. No porque brillen, sino porque no incomodan.

Y mientras tanto, los que se implican, los que intentan cambiar las cosas, los que aportan… acaban frustrados, agotados o directamente marchándose.

No se trata de hacer una caza de brujas, sino de equilibrar el relato. No todos los males vienen de arriba. A veces, la podredumbre también está en la base.

lunes, 2 de junio de 2025

Una sociedad que premia la apariencia y castiga la verdad

Vivimos en una era paradójica. Nunca antes la humanidad había contado con tantos medios para acceder a la verdad, y sin embargo, la mentira parece florecer con más fuerza que nunca. En esta sociedad digital, donde la imagen tiene más peso que el contenido, donde el ruido prevalece sobre la razón, el deshonesto ha aprendido a convertirse en héroe mientras el honesto paga el precio de su integridad.

Nos encontramos ante una cultura que eleva al tramposo carismático y sepulta al justo silencioso. El que grita más fuerte, el que manipula con destreza, el que construye una fachada de éxito sobre cimientos huecos, recibe aplausos y seguidores. Mientras tanto, el que trabaja con humildad, el que persevera sin pedir reconocimiento, el que sufre por una causa que no le dará fama, es tildado de ingenuo o irrelevante.

La humildad, esa virtud que solía ser señal de sabiduría, hoy es confundida con debilidad. La camaradería, con servilismo. La honestidad, con torpeza. Y la coherencia, con rigidez. En su lugar, celebramos la astucia disfrazada de inteligencia, la impudicia como audacia, y la irreverencia vacía como valentía.

Nos hemos convertido en admiradores de héroes de barro. Ídolos fugaces construidos por algoritmos y campañas de imagen, cuya única épica es su capacidad para autopromocionarse. Se desprecia al mártir esforzado, al que entrega su vida por ideales que no caben en un tweet. Porque lo incómodo no vende, lo auténtico no entretiene, y lo profundo exige un esfuerzo que ya pocos quieren hacer.

Esta no es una apología del pesimismo, sino una invitación a resistir. A no renunciar a los valores que sostienen la dignidad humana. A seguir eligiendo la verdad, aunque duela. A valorar al que camina recto, aunque avance lento. A reconocer que la historia no recuerda a los que brillaron un momento, sino a los que se quemaron por iluminar el camino.

Porque si alguna vez vamos a cambiar esta sociedad, no será con más espectáculo, sino con más ejemplo. Y eso empieza, silenciosamente, por cada uno de nosotros.

sábado, 31 de mayo de 2025

¿Es España una democracia madura?


 


 La madurez de una democracia no solo se mide por la existencia de elecciones libres o por tener sus instituciones consolidadas, sino también por la actitud crítica, informada y responsable de su ciudadanía: la forma en que vota, la tolerancia (o intolerancia) frente a la corrupción, la capacidad de análisis crítico ante la información política y su reacción frente a la manipulación emocional de los discursos.En el caso de España, aunque las estructuras democráticas están consolidadas (hasta hace poco al menos eso pensábamos), persisten interrogantes sobre la madurez del electorado y su tolerancia hacia prácticas como la corrupción. Y voy a intentar darles respuesta: 
 

🗳️ ¿Votamos con madurez en España?

Diversos estudios indican que la decisión de voto en España no siempre se basa en programas o ideologías sólidas. A menudo se asume que el voto es una decisión racional. Sin embargo,  muchos ciudadanos eligen en función de criterios emocionales o superficiales: la apariencia del líder, su habilidad retórica, su presencia en redes sociales o televisión, y las filias culturales.

Un estudio de Thinking Heads sobre la reputación del líder político en España (2025) concluye que la percepción pública —más que el programa electoral— determina la simpatía hacia los candidatos y puede influir significativamente en la intención de voto, a veces por encima de las propuestas concretas o de los resultados que hayan obtenido en legislaturas previasThinking Heads

⚖️ Corrupción: ¿una práctica tolerada?

A pesar de los numerosos escándalos de corrupción que han salpicado la política española, muchos ciudadanos continúan votando por partidos implicados. Esto sugiere una cierta normalización de estas prácticas. Según un estudio universitario reciente, la tolerancia a la corrupción ha aumentado en España entre 2017 y 2023, evidenciando una creciente aceptación social de estas conductas .Revistas USCSoriaNoticias

🧠 ¿Refleja el votante la madurez democrática?

La madurez democrática implica una ciudadanía informada, crítica y comprometida. Sin embargo, datos recientes revelan que un 17% de los españoles de entre 18 y 34 años considera que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a uno democrático . Esta cifra, en aumento respecto a años anteriores, pone en cuestión la solidez de los valores democráticos entre los jóvenes.ESdiario+1Europa Press+1El País+1ElHuffPost+1

👺 Posverdades: emociones por encima de hechos

¿Cómo influyen las posverdades de los políticos en la ciudadanía?

En la era de la información —y paradójicamente, también de la desinformación— la posverdad se ha consolidado como una herramienta recurrente en el discurso político. Según el Diccionario Oxford, posverdad se refiere a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

En esta era digital, la política ha dejado de estar guiada exclusivamente por los datos. La posverdad —cuando la emoción supera al hecho objetivo— se ha convertido en un arma habitual del discurso político.

Según el I Estudio sobre la desinformación en España (Universidad de Navarra y UTECA, 2022), el 72% de los españoles ha creído alguna vez una noticia falsa, y el 91% cree que la desinformación representa una amenaza para la democracia. (Real Instituto Elcano. (2024). Informe Iberifier: El impacto estratégico de la desinformación en Españarealinstitutoelcano.org/informe-iberifier). 

Además, el Informe Iberifier del Real Instituto Elcano (2024) advierte que los votantes jóvenes son especialmente vulnerables a bulos y relatos emocionales difundidos por redes sociales, sobre todo durante campañas electorales. (Universidad de Navarra y UTECA. (2022). I Estudio sobre la desinformación en Españaunav.edu/estudio-desinformacion.pdf). 

¿Se cree las posverdades el votante español?

La respuesta, aunque incómoda, es que sí, en muchos casos la ciudadanía acoge la posverdad sin un análisis crítico suficiente. Esto se debe a varios factores:

  • Sesgo de confirmación: Las personas tienden a creer afirmaciones que refuerzan sus ideas previas, aunque sean falsas. Un votante de un partido puede dar por buena una mentira si esta beneficia a “los suyos” o perjudica a los adversarios.

  • Exceso de información y fatiga informativa: El ciudadano promedio se enfrenta a un volumen abrumador de noticias. En este entorno, lo emocional y llamativo —aunque falso— cala más fácilmente que lo complejo y riguroso.

  • Pérdida de confianza en medios y expertos: Según el Eurobarómetro de 2024, más del 60% de los españoles desconfía de los medios tradicionales. Esta desconfianza crea un caldo de cultivo donde las afirmaciones infundadas, repetidas en redes sociales o por líderes carismáticos, pueden adquirir rango de verdad.

  • Estrategias deliberadas de los partidos: Algunos políticos han aprendido que la corrección factual no siempre importa. Lo importante es instalar un relato, aunque sea engañoso. Este fenómeno se ha documentado tanto en la izquierda como en la derecha española.

Ejemplos recientes en España

  • Declaraciones sobre inmigración exagerando su vinculación con el crimen.

  • Afirmaciones falsas sobre el coste de políticas sociales o el déficit del Estado.

  • Reescrituras simplificadas (y muchas veces erróneas) del pasado reciente, como los discursos sobre la transición, la memoria histórica o la pandemia.

Consecuencias

  • Polarización: Las posverdades no solo desinforman, sino que dividen. Generan realidades paralelas, donde los votantes ya no debaten hechos, sino creencias irreconciliables.

  • Desmovilización crítica: Cuando todo es opinable, incluso lo evidente, se diluye el sentido de responsabilidad democrática. ¿Para qué informarse si “cada uno tiene su verdad”?



💩Corrupción: ¿un mal sistémico aceptado?

Una de las paradojas más llamativas de la democracia española es la tolerancia electoral hacia la corrupción. A pesar de que los medios y la justicia han destapado miles de casos —muchos de ellos vinculados a partidos mayoritarios—, no siempre hay castigo en las urnas.

Un estudio universitario reciente (Soler, R. (2025). La tolerancia a la corrupción ha aumentado en España... y este estudio universitario lo demuestrasorianoticias.com/estudio-corrupcion-espana)  revela que esta permisividad puede deberse a un fenómeno cultural: la normalización de la “pequeña corrupción”. Es decir, prácticas como enchufar a un familiar, saltarse una cola, o falsear un justificante, no se ven como delitos sino como “trucos del sistema”. Este patrón podría proyectarse, inconscientemente, sobre la percepción de la corrupción política.

🧩Conclusión: ¿una democracia consolidada o degradada?

España cuenta con una estructura democrática estable y una ciudadanía movilizada, pero la madurez democrática todavía enfrenta desafíos:

  • Votantes que eligen sin un análisis riguroso.

  • Tolerancia a la corrupción.

  • Vulnerabilidad frente a las emociones, bulos y narrativas manipuladoras.

La democracia no solo se defiende con votos, sino con educación cívica, pensamiento crítico y responsabilidad colectiva.

España había logrado consolidar sus instituciones democráticas desde la Transición. Sin embargo, la madurez de su democracia se ve desafiada por una nueva clase política que venía a limpiar todo de fango y ha terminado enfangándolo todo y por una ciudadanía que, en ocasiones, prioriza factores superficiales en su decisión de voto y muestra una preocupante tolerancia hacia la corrupción. Para fortalecer la democracia, es esencial fomentar una cultura política basada en la información, la ética y la participación activa. En caso contrario, considerémomos bolivarianos.