domingo, 13 de marzo de 2022

El silencio de las corderas

 

Ni Hannibal Lecter, ni Bufalo Bill, el asesino en serie de la película el silencio de los corderos imaginó en sus más terribles fantasías las ideas exterminadoras de Putin, el hierático zorro plateado que manda en Rusia. Acaba de bombardear el hospital materno infantil de Mariupol, un nuevo ataque de las tropas rusas sobre objetivos civiles, con el resultado de decenas de mujeres heridas y 2 muertos, entre ellos un niño enfermo. 
En España, las defensoras más acérrimas de la mujer (mejor dicho, de algunas mujeres), y mejor remuneradas, están ubicadas en el Ministerio de Igualdad quien no se ha pronunciado hasta el momento sobre este atroz crimen materno infantil del genocida ruso. 

Se supone que la agenda de la señora ministra habrá estado muy ocupada para dedicarle atención a este tema que le pilla un poco lejos, aunque concierna al mismo gallinero que el que ataca el zorro de Siberia. Y es que este Ministerio está en otras cosas, que no digo yo que no sean importantes, pero desde luego no prioritarias en estos tiempos. Se trata de condenar a un asesino de mujeres y niños. Y quizás ese es su problema, que no se trata de asesinos de mujeres a manos de hombres, que es lo que les dispara la impresión de pasquines divulgativos y los comunicados seudoimpactantes en las telediarios en horas punta.   No. No se trata de eso y por ello se esfuman en el anonimato, en el vacío, en la nada, en esa nada de donde no deberían volver.  

Clarice Starling, la estudiante de la academia del FBI que intentaba desbrozar la mente del criminal de Haníbal le confesó a éste que soñaba con el sonido de los corderos chillando al ser sacrificados, debido a un episodio de su infancia. Cuando hay silencio, es porque han muerto. 

Eso deben pensar nuestras corderas con su silencio. En el callado silencio de la muerte lejana, allende sus limitadas fronteras neuronales. 
   
                                                      Javier Montero-P
 

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