miércoles, 2 de marzo de 2022

Cuando el Príncipe se convierte en rana y no sabe porqué

 "Tengo la conciencia muy tranquila, llena de agradecimiento, sin rencor ni frustración", dijo Pablo Casado ante la Junta Directiva Nacional del PP. Y añade sin rubor alguno “A la mayoría de los que estáis en esta Junta Directiva os propuse como candidatos a distintas responsabilidades”. Que traducido al ppnés resulta: estáis ahí porque yo lo quise ¡estúpidos!. Nada de autocrítica porque no hay nada que haya hecho mal según le dicta su sensata y serenísima autoestima. 

Estas dos frases retratan al autor. No se explica porqué está siendo defenestrado si lo único que ha hecho es ordenar espiar a una compañera de trabajo y a su familia para intentar hundirla en la miseria y expulsarla del parchís político. Lo normal en el ámbito laboral en España. Lo habitual en los senos de los partidos de la España democrática. No puede entenderlo. No es lo que le enseñaron en las Nuevas Generaciones del PP. El solo ha seguido los protocolos éticos, los valores aprendidos en su corta carrera política. No puede entender que ascender y progresar sin pisar el cuello del compañero no es una opción. Y claro, cuando el compañero pasa de las doctrinas de Nuevas generaciones y de la falta de ética consentida de un partido que está muriendo de éxitos pasados, obviando corruptelas presentes, tenemos a Isabel Díaz Ayuso pidiendo penas de expulsión del partido para todos los implicados. Los barones se estremecieron porque pedir legalidad en el PP es algo que aún hoy día estremece a los habitantes de Génova, a los barones que solo quieren que les dejen en paz en su terruño. A los criadores de gaviotas. Y sobretodo a la red de espionaje tejida desde no se sabe cuanto tiempo, no para conseguir información de la oposición con fines lícitos de conseguir el poder (si es que eso es lícito), sino a sus propias gaviotas. 

Isabel Díaz Ayuso es la gaviota que más lejos ha volado  en los últimos tiempos. Vuelos de altura y vuelos rasantes, todos ellos majestuosos. La mejor pescadora de votos. La única gaviota que sonríe, frente a hienas carroñeras que quieren cortarle las alas. Ojalá siga volando alto, muy alto, con la frente levantada y oteando el paisaje desde el más alto peñón de la capital  del Reino. Para seguir pescando. 

Y por fin, llega la hora de Alberto. El galleguito y galleguista que impone el dialecto en su terruño si es que se quiere prosperar, quiero decir soplar gaitas como policía, maestro o médico. Es su hora porque es el elegido. Porque ahora ha dicho sí quiero. Es su momento porque los barones así lo han decidido. Lo han bendecido. 

Pero ¿y qué hubo de las primarias? ¿No debería el nuevo Presidente del PP ser elegido en las urnas por los militantes peperos?. ¿No es hora ya de un poquito de democracia interna en el partido?. 

Y entonces La princesa besó al Principe y este se transformó en rana. ¡Ojú, cómo ha cambiado el cuento!. ¡croac! 

                                     



Javier Montero-P

 






 




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