¡Que viene la ultraderecha!
(Febrero de 2022)
El 13-F tuvo lugar un nuevo plebiscito autonómico en la Comunidad de Castilla y León. Unos comicios adelantados por el Presidente Fernández Mañueco por temor a una moción de censura interpuesta por Ciudadanos (su cogobernante) y el PSOE. Según las expectativas del partido pepero iban a ganar desde el autobús, y con la gorra por mayoría absoluta. Pero como tantas veces ocurre en la vida, donde los tiros suelen salir por la culata, el disparo salió corto. Y la mayoría absoluta se desvaneció como el humo de un disparo.

Y ahora toca negociar para formar gobierno. Un gobierno del PP, dijeron los eufóricos ganadores. Será un gobierno del PP con otra formación política, de derechas como VOX que sería lo natural, o de izquierdas como PSOE que sería antinatural dado que el PP ha dicho que no negocia con partidos que tienen a terroristas y golpistas como socios preferentes como es el caso del PSOE de Sánchez.
Muchos medios informativos dijeron incansablemente en la noche postelectoral que cómo iba a pactar el PP con “la ultraderecha”. Son los mismos medios que aceptan sin rechistar la normalidad de partidos políticos herederos del terrorismo en España, de gobernantes separatistas y golpistas como parte del juego democrático. Y, sin embargo, estos no son denominados “la ultraizquierda”. Una ultraizquierda que puede gobernar sin aspavientos de los medios, que puede homenajear a terroristas por las calles como si fueran los Reyes Magos de Oriente, que no traen caramelos ni regalos, sino que ya dejaron en su momento un reguero de muertos y miles de heridos por las calles de España. Con estos sí se puede negociar. La izquierda normaliza sin problemas todo lo anticonstitucional.
Negarse a pactar con “la ultraderecha” es negar la democracia. Asumir que un partido con ideas distintas no puede formar parte del circo, perdón quiero decir juego, político. Porque si “ultraderecha” es pedir la anulación de subvenciones a sindicatos marisqueros, plantearse la existencia de unas Comunidades Autónomas mayoritariamente corruptas o separatistas, la bajada o desaparición de impuestos vergonzosos (como los de sucesiones), racionalizar la inmigración, posicionarse frente al desvergonzado okupismo con nula protección del propietario y defender la Monarquía, hay y estamos en España muchos “ultraderechistas”.
Se dice que la derecha española, concretamente la denominada “ultraderecha” no es homologable a la derecha europea. Y esto lo dice EH Bildu, un partido no precisamente ejemplar en cuanto a derechos humanos. El tiro en la nuca es lo que no es homologable en Europa ni en el resto del mundo. Ni la bomba lapa ni reventar un supermercado con decenas de muertos y heridos con secuelas.
El 13-F en Castilla y León ha supuesto la irrupción de partidos provincialistas, que negociarán con quien sea con tal de que se les dé respuesta a sus legítimas demandas locales, y que han ampliado definitivamente el árbol político, enterrando el bipartidismo que se ha mostrado dañino para la democracia por su alta tasa de clientelismo alternativo. Pero también el comienzo de un tsunami de la “ultraderecha”, sobre todo de no entrar en el Gobierno de Castilla y León, que arrastrará a los grandes partidos a la pérdida masiva de votos y a que la tan temida alternancia de derechas sea la primera fuerza política en las próximas elecciones.
Posiblemente el calificativo ultra se aplique por parte de la izquierda a VOX porque esta izquierda está ya tan alejada de la Constitución y de la democracia que no puede entender un pensamiento distinto y sobre todo que haya muchísimos ciudadanos que cada vez más voten a la auténtica derecha de este país que representa VOX. Porque los extremistas ultras son ellos.
¡Que viene, que viene!.
Javier Montero-P